Llegamos al club un rato después. Los tres salimos del coche y no tardo mucho en estar medio aplastada entre los dos cuerpos enormes.
Saludamos a los mismos de siempre y esta vez, como no debo esperarlos a que lleguen, es extraño ir directamente a la escena, pero lo tomo con tranquilidad.
Empiezo a relajarme mientras espero a que ellos preparen las cosas y aunque mis hombros siguen tensos, puedo sentir como mi cabeza deja de palpitar poco a poco, mientras absorbo los sonidos del ambiente.
Me pidieron que me quedara sobre mis rodillas, a un lado de una de las mesas de bondage y lo estoy cumpliendo. Hoy no quiero ser rebelde, no quiero un castigo —porque no estoy segura de que mi mente esté lo suficientemente fuerte como para soportarlo y creo que por eso ni siquiera busco provocar una reacción.
No son idiotas. Saben que mi día ha sido una mierda y eso quedó claro cuando me quedé dormida para venir al club.
—nena— Nikolai se para frente a mi y yo levanto los ojos desde sus zapatos negros, sus piernas cubiertas un por pantalón de corte recto, el cinturón en su cadera, la camisa blaca y finalmente, su rostro—levantate—tira la mano en mi dirección y yo la tomo. Uno de sus brazos me rodea por un segundo, con sus dedos clavándose entre mis omóplatos y sus ojos grises encuentran los míos.
Tienen paz, a pesar de ser de un color tormentoso y me recuerdan al plateado en las armaduras de las pinturas bélicas. Me pierdo en ellos por un minuto, como si de algún modo pudieran calentarme hasta evaporar mis miedos y luego, sonríe.
—Nik, ¿Quieres empezar? —la voz de Andrei me desconecta del nudo de emociones y lo miro. Tiene una cuerda de algodón y lycra en sus manos y una de esas navajas que tienen otras funciones, pero que siempre es bueno mantener cerca cuando se hacen escenas con ataduras. No importa si solo sea algunas vueltas de la cuerda en las muñecas, si la sumisa tiene un ataque de pánico o la escena se jode por algo, se tiene que poder interrumpir rápidamente y salir del peligro que pueden conllevar las ataduras.
Que ellos estuvieran previniendo eso, es tranquilizador.
—planeamos atarte un poco, conejita—me dice Nikolai, tomando la restricción que Andrei le está ofreciendo— necesito tu palabra ahora.
Se la digo y luego, él me quita el top. Se toma su tiempo en pasar sus manos por mis hombros y mis pechos, en una seducción lenta y luego, me quedo solo con las bragas.
A algunas personas las altera perder por completo el control y la movilidad por sogas, pero a muchas otras, no tranquiliza. Es algo de lo que no puedes escapar y... ¿Qué sentido tiene preocuparse por algo que no puedes resolver?
El policía se toma su tiempo para hacer un patrón de nudos alrededor de mi torso, apretando un poco alrededor de mis pechos. Termina por atarlo detrás de mi cuello y se asegura de que esté ajustado pero no lo suficiente como para herirme.
Luego, me observa por unos segundos.
—¿Ningún comentario, amor?— Andrei me da una mirada divertida mientras mantiene los ojos en nosotros.
—en realidad, no.
—lástima—el policía chasquea y engancha uno de sus dedos en la soga que atraviesa mi esternón, verticalmente— estaba buscando una excusa para amordazarte, pero parece que tendré que hacerlo porque sí.
Le doy una sonrisa ladeada.
—puedo ponerme respondona— él me mira con un brillo divertido— al menos así sientes que tienes un motivo para hacerlo y no sólo porque se te da la gana.
Escucho la risa de Andrei desde un costado.
—no necesito una excusa, bonita— tira de mi cabello hacia atrás y yo clavo mis ojos azules en la tormenta gris del policía— lo haré porque puedo y tú lo aceptarás porque yo lo digo, ¿No es así?— mis piernas flaquean con la necesidad de someterme y ceder cuando él delinea mi labio inferior con su pulgar.
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Barroco | SEKS #2
RomanceSERIE SEKS, LIBRO #2 Gemma acaba de salir de una relación complicada y está dispuesta a dejar todo el dolor atrás y seguir adelante, sin involucrarse en serio con nadie más. Nikolai y Andrei no están dispuestos a escuchar protestas cuando ponen sus...