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Lo del zoológico parece chiste pero es anécdota.

pd: ¿Querían saber qué animal es Skol?


Recupero la noción de la realidad poco a poco, como quien se despierta después de haber sido anestesiado.

—¿Conejita?

—uhm— ni siquiera finjo intentar abrir mis ojos. Estoy cómoda, saciada y calentita, entre dos cuerpos grandes que supuran testosterona y que me mantienen apretujada.

Creo que morí y fui al cielo.

—¿Puedes moverte? — la boca de Andrei roza el lóbulo de mi oreja cuando me habla y yo suspiro, sintiendo dos pares de manos deslizarse por mi espalda y mis brazos.

—puedo... pero no quiero.

Ambos se ríen y Nikolai se acomoda, obligándome a moverme yo también, motivo por el que resoplo.

Una mano levanta mi mentón y los ojos verdes del abogado escarban los míos.

—¿Todo bien, mascota? — muevo mi cabeza afirmativa, sabiendo que mi capacidad del habla quedará anulada por un rato.

Deberían festejar, chicos. Estaré callada.

—estoy bien— digo finalmente, sabiendo que espera una respuesta verbal.

Vuelvo a cerrar mis ojos y mi ceño se frunce cuando los dos cuerpos masculinos abandonan la cama. El calor desaparece de mi piel y estoy a punto de protestar cuando dos brazos me rodean y me acomodan como si fuera una muñeca de trapo contra un pecho cálido.

—Gem, tienes que tomar un poco de agua— murmura Andrei contra mi oreja. Abro mis ojos, viendo que Nikolai me está dando una botella y la tomo con un suspiro. El líquido enfría mi garganta y mis entrañas mientras me siento observada por dos pares de ojos.

—gracias— murmuro.

Nikolai me da una sonrisa leve y yo intento alejarme de Andrei para disipar toda la bruma de mi cabeza.

—¿Qué estás haciendo? — la pregunta llega desde mi espalda.

—necesito ir al baño— musito.

Nunca me sentí cohibida por cuerpo, ni tuve muchos complejos— bueno, eso mentira. Dime de una mujer que no haya tenido complejos y te consigo La Mona Lisa para Navidad— pero ser escrutada por dos pares de ojos tan intensos me inhibe un poco. De nuevo, no tengo miedo, ni me siento en peligro ni me creo en una situación tensa, pero ambos hombres son demasiado intensos para la papilla cerebral que tengo en estos momentos.

—claro— Andrei me deja salir de la cama y yo camino con la mayor cantidad de orgullo hasta la puerta y luego, me deshincho.

Me rasco el brazo y logro ver unas cuantas vetas rojas en mis muslos mientras camino hasta el único baño que conozco. En el camino, recupero mi vestido y me lo pongo, a pesar de que no tengo ropa interior. Necesito una barrera, al menos de tela, para poner entre nosotros.

Sé que dije que le daría una oportunidad a todo esto y lo hice, pero eso no quita que me sienta abrumada.

Me meto en el baño, cuya puerta estaba entreabierta y meo antes de mojarme un poco el rostro y quejarme por el roce de la tela con mi piel magullada por el flogger. A las masoquistas les suele fascinar las marcas en su piel, como un recordatorio de la voluntad cedida a sus amos. Nunca me consideré una masoquista— una verdadera masoquista, porque un tirón de pelo y unos cuantos golpes en el culo no me convierten en una—

Barroco | SEKS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora