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Estoy caminando dentro del museo y hay una suave melodía de fondo. No reconozco la canción pero sé que la he oído antes.

Las pinturas están perfectamente acomodadas, a perfecta distancia entre ellas y el orden en el lugar me tranquiliza.

Sigo caminando, asegurándome de que todo está bien y me detengo en un hueco de la pared. La pintura frente a mí es desconocida pero tiene algo que me transmite paz. Me gustaría saber su nombre pero no dice nada en la tabla de descripción. Es una mujer desnuda, cubierta por sombras y hay dos pares de manos tocándola. Los tonos son oscuros y sé perfectamente a qué periodo artístico pertenecen: Barroco.

—¿Es preciosa, no?

Me volteo antes la voces que suenan juntas y veo a dos hombres. Tienen alturas y edades similares, pero hay características perfectamente distinguibles. Mientras uno tiene el cabello casi negro y un prado verde como mirada, el otro tiene el cabello de un castaño oscuro y una tormenta gris en sus ojos.

《Andrei y Nikolai》

—¿Qué hacen aquí?— les pregunto—¿Vinieron a buscarme?

—tú nos llamaste, conejita— dicen. De nuevo, sus voces están perfectamente sincronizadas y me asusta un poco.

—¿Los llamé?

Uno de ellos asiente.

—revisa tu teléfono.

Toco los bolsillos de mi pantalón, pero no está allí. Se encuentra guardado en la cintura, como si lo estuviera ocultando. En la pantalla, veo que corre una llamada.

《Policía y Abogado》

—¿Por qué los llamé?— pregunto.

—Querías ayuda— me dicen.

—Quería ayuda...— repito.

Me alejo de ellos, caminando por el pasillo y miro hacia atrás, para ver si me siguen pero cada vez están más lejos. Intento detenerme pero no puedo.

¿Estoy corriendo? ¿Por qué corro?

Cuando miro hacia el frente, el museo desaparece.

—¡Vamos a chocar!— es mi voz, pero no soy yo quien grita—¡Detente, Álvaro!

Entonces, impacto contra algo.

Es como si me despertará de golpe, porque todo el lugar a mi alrededor cambia y lo único que veo es un mundo rojo. El lugar huele a óxido y a quemado. Todo mi cuerpo duele y quiero entender qué sucede, pero no lo sé.

—hija de puta...—sobre mí, hay un cuerpo. Es mi jefe... ¿Mi jefe hizo esto? —voy a matarte.

Y antes de que otro cuerpo lo arranque del mío, clava algo en mi estómago.

Cierro los ojos.

Duele, duele mucho.

—¡Mírame! ¡Mírame, maldita sea!

Quiero parpadear, pero mis ojos no responden y mi cuerpo cada vez se siente más liviano.

Estoy flotando.

—¡Espera!— de nuevo, las voces me persiguen.

Intento abrir los ojos pero no puedo. Quiero parpadear o hablar, decirles que me esperen, hablar con esas personas, pero...

Escapo.

Abro los ojos, sintiéndome completamente mareada. Mis párpados pesan y cuando quiero mover mi cabeza, a duras penas puedo hacerlo.

Barroco | SEKS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora