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Antes de poder entender qué demonios pasa, soy atacada por dos terremotos de menos de un metro y medio de altura.

—¡Tía!

Mi hermana entra detrás de mis sobrinos y yo la miro con horror, esperando a que explique por qué los niños están aquí. No quiero traumas en ellos, por verme así.

—lo siento, Gem, no pude frenarlos— la escucho suspirar con fuerza —niños, cálmense y esperen.

—¡Tía! ¿Qué te ha pasado? —pregunta Abby apoyando sus manos en la cama en donde estoy.

—¡Tía, no puedo verte!— chilla Brandon, que apenas llega a sobrepasar la altura de la cama con su rostro.

Se me cierra la garganta y aunque intento hablar, no puedo. Cierro los ojos por un segundo y niego.

Yo no soy su tía, esto que está sobre una cama de hospital no es su tía y no quiero que ellos tengan esa imagen de mí en sus cabezas. Quiero ser la que les lleva chocolates o les enseña sobre arte, no un cuerpo en una cama de hospital.

—Jessica, sácalos de aquí— logro decir.

—Gem... —mi hermana me mira confundida y yo niego, implorando en silencio— está bien, niños, tía Gem necesita descansar. La veremos más tarde.

—pero quiero estar con ella... —una parte de mí, quiere reírse por la terquedad de mi sobrina.

—vamos a dejar que descanse un rato y luego vendremos a verla— determina mi hermana antes de salir con mis sobrinos. Me da una sonrisa triste antes de dejar la habitación y yo vuelvo a quedarme sola con los rusos.

—¿Qué ocurre, conejita?— Andrei acerca una de las dos sillas que están en la habitación, contra una pared, y se sienta cerca de la cama—¿No quieres ver a tus sobrinos?

—no quiero que me vean así— admito. Una lágrima traicionera cae por mi mejilla y suspiro, atacada por punzadas de dolor que intento ignorar— son niños, no tienen que ver a su tía así.

—está bien— Nik me da una sonrisa comprensiva— cuando recibí un disparo, mi hermana llegó al hospital con mis sobrinos y me sentí del mismo modo— murmura— pero ellos son inteligentes, nena.

Asiento levemente.

—¿Alguno sabe cuándo podré irme de aquí?

—ya el médico dijo que debías quedarte algunos días más —me recuerda Andrei, pasando su mano por mi mejilla— piénsalo como unos días libres de ver a Skol.

—pero Skol no me desagrada tanto— admito en un murmullo.

—ciertamente te has golpeado la cabeza— Nik intenta usar un tono de voz jocoso— ¿Realmente acabas de admitir que no odias al camaleón?

Sonrío levemente.

—pero él no puede saberlo— les advierto.

Ambos me dan una sonrisa leve y luego se miran.

—escucha, amor... —Andrei me observa, detallando mi rostro y yo bajo mis ojos a mis manos, sabiendo que él está viendo algo que yo todavía no pude observar. Mis uñas están pintadas con mi esmalte negro, pero una de ellas está quebrada. No recuerdo exactamente cuando la rompi, ni cómo sucedió pero seguramente fue cuando me tiré sobre el asiento delantero— nena, ¿Me estás escuchando?

Lo miro.

Andrei luce preocupado.

—lo siento, no— admito—¿Qué decías?

—quizás deberíamos dejarla descansar antes de hablar sobre esto— dice Nik.

—estoy bien— murmuro— ¿Sobre qué...? ¿Sobre qué quieren hablar?

Barroco | SEKS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora