DESMADRE PARTE I
Un día, hace no mucho, le pregunté a Nikolai qué se sentía disparar o recibir un disparo. Él tuvo toda la paciencia del mundo para explicarme todo el funcionamiento de su arma reglamentaria y me enseñó a armarla y desarmarla, bromeando con que le recordaba al conejito enfurecido de La vida secreta de las mascotas al frustrarme, intentando poner la corredera.
Recuerdo perfectamente haberle dicho que el metal del arma se sentía frío, pero la sensación congelada que percibo en este momento contra mi cabeza es inexplicable.
—ponte allí— Álvaro agarra mi brazo con fuerza y me empuja hacia el escritorio. Detrás de él, también están la directora y las tres personas de seguridad. Sé que hay un botón antipánico debajo de ese escritorio, porque es una medida de seguridad que se instaló hace algunos años, pero no sé si alguien lo haya tocado. No creo, porque hacerlo sabiendo que Álvaro tiene un arma es una estupidez.
—¿Por qué estás haciendo esto?— le pregunto.
—cállate, Gemma— me espeta. Lo veo moverse por el lugar— denme sus malditos teléfonos, ¡Todos ustedes!
Veo a cuatro personas sacar los móviles de sus bolsillos y dejarlos sobre la mesa. Yo hago lo mismo. ¿Los dos tipos de finanzas no llegaron? ¿Dónde están?
—Álvaro...
—agarra esas mierdas y tráelas— me dice. Por un segundo, deja de mirarnos y agarra una bolsa— ponlos aquí, Gemma— me gruñe.
Lo hago como una autómata, sintiéndome intimidada por el arma con el que me está apuntando. Desearía que flanquee, poder reaccionar de algún modo y salir de esto, pero necesito ser inteligente. Si él no estuviera armado, las circunstancias serían otras y podría hacer algo. Con una pistola, en cambio...
—Álvaro...— intento razonar con él.
—cállate, zorra— me escupe las palabras— ¡Por tu culpa perdí mi empleo!
No digo nada, solo atino a retroceder un paso antes de que él me agarre del brazo con fuerza. Sus dedos se clavan con tanta fuerza en mi piel, que de seguro dejarán marca.
—escucha, Álvaro —Giselle, la directora le habla— si esto es porque...
—tú te callas, ¡Que también eres una puta!— le grita. Luego, me sacude— agarra la maldita caja y tú y yo saldremos de aquí.
El pánico me inunda.
—escucha...
—Hazlo, Gemma— me dice Giselle. No sé si se trae algo entre manos o lo dice porque el loco tiene un arma, pero reprimo mis ganas de sentarme en un rincón a llorar y salgo con Álvaro de la oficina. Cierra la puerta con llave, dejando a todos dentro y comienza a caminar. Lo hace por delante mío por unos segundos y yo tengo un arrebato de impulsividad que me obliga a agarrar mi móvil de la caja y meterlo dentro de mi pantalón.
—¿Sabes, Gemma? — mi corazón se dispara cuando se detiene y se gira— tú crees que yo soy idiota— masculla— pero no lo soy.
Trago saliva con fuerza y espero a que él diga que me ha descubierto, que me ha notado cuando guardé mi teléfono pero no dice nada.
—jamás pensé eso— digo.
Tal vez jugar su juego y seguirle la corriente sea la mejor opción, hasta que pueda llamar a Nikolai y Andrei. No puedo pensar en llamar a la policía, porque la última vez que intenté hacer una denuncia, ni se mosquearon de no ser por mi policía, así que tengo que confiar en ellos.
—perdí mi trabajo por tu culpa— me dice de nuevo.
—lo siento, lo siento tanto...— lo miro, intentando que el temor en mi rostro sea reemplazado por una culpa y lástima que no siento— puedo hablar con Giselle para que regreses al trabajo, ¿Te gustaría eso?
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Barroco | SEKS #2
RomanceSERIE SEKS, LIBRO #2 Gemma acaba de salir de una relación complicada y está dispuesta a dejar todo el dolor atrás y seguir adelante, sin involucrarse en serio con nadie más. Nikolai y Andrei no están dispuestos a escuchar protestas cuando ponen sus...