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¿Los rusos van a matar a Alvaro? Los rusos van a matar a Alvaro. Andrei es sádico, no se olviden

Nikolai

La sangre me hierve.

Aprieto con fuerza el volante mientras conduzco hacia el hospital y no puedo dejar de mirar por el espejo retrovisor, hacia Gemma y Andrei en los asientos traseros. Él la tiene pegada a su cuerpo y al menos me consuela saber que él le está dando apoyo físico.

Ni siquiera estoy muy seguro de cómo demonios me estoy conteniendo de ir a buscarlo y matarlo. No tolero a los abusivos. No los soporto. Me dan ganas de subirlos a un avión, llevarlos a los inviernos rusos y dejarlos en medio de un bosque para ser devorados por la fauna Soviética.

Cada tanto, miro a Gemma. La conejita mantiene sus ojos cerrados hasta que detengo el coche y apago el motor en la puerta del hospital.

—nena, ya hemos llegado— la voz de mi amigo es suave, a pesar de que sé que tiene la misma bronca que yo. Andrei tiene mucha más facilidad para controlar su temperamento.

Gemma baja del coche y agarro su mano antes de ingresar al hospital. La recepcionista observa el arma que cuesta al costado de mis costillas y yo suspiro, sabiendo que no es la mejor imagen, pero que en este momento, va a servir para que podamos resolver esto rápido.

—necesitamos un médico que pericie las agresiones a la señorita para efectuar una denuncia penal— le digo, apoyando mis codos en el mostrador. Gemma se abraza a sí misma y tengo ganas de echar todo por la borda y simplemente llevarla a un rincón para que llore tranquila y supere esto, pero sé que Gemma no es así.

No, señor. Nuestra chica no es de las que se deja superar por la mierda. Ella ya lloró y de ahora en más, posiblemente tenga sólo enojo en su sistema.

—por supuesto— la mujer mira a Gemma por unos segundos— señorita, ¿Prefiere que una doctora mujer la revise?

—me da lo mismo— murmura— no... no tengo preferencias.

Suena cansada y sé que quiere irse de aquí más que hacer otra cosa. Por suerte, el chequeo no se demora mucho y Andrei y yo tenemos la misma reacción contenida de querer golpear algo cuando ella suelta un quejido de dolor cuando el médico revisa su cuello. La marca de los dedos de ese hijo de puta están allí, comenzando a ponerse más violáceas.

—el daño no es mayor, pero puedes tomar un analgésico si duele mucho, ¿De acuerdo? — le dice el hombro— ¿Él te lastimó en alguna otra parte? — Gemma niega— de todos modos, me gustaría revisar que no haya más daño— luego, nos mira— señores, no es necesario que estén aquí, pueden esperar a...

—ellos se quedan— gruñe Gemma. Tiene el rostro pálido, luce cansada y sus ojos están rojos, pero se las ingenia para tener cierta ferocidad en la voz— están conmigo.

Una parte de mí, quiere sonreír. Por esto es que me gustan las sumisas revoltosas, las descaradas como Gemma, porque tienen una resistencia y una capacidad para readaptarse a las situaciones que es increíble. Además de un temperamento del demonio, claro.

—como prefiera— el médico no titubea mucho en continuar con el chequeo, viendo que no haya ninguna otra marca en su cuerpo y luego, anota todo en la denuncia que imprimimos en la comisaría.

Desde que llegamos, ha pasado media hora hasta que podemos salir y yo dejo los papeles a un lado para observar a Gemma antes de entrar al coche. Sigue luciendo pálida pero también parece más tranquila.

—se acabó, nena.

—¿Cómo sigue esto?— me pregunta.

Nunca pude ver a Gemma como una chica que necesitara ser cuidada, como alguien débil o frágil pero, en este momento, la necesidad de contenerla de algún modo me golpea. Sin embargo, es terca. La conejita es terca y valiente y resolvió esto, se las ingenió para escaparse de ese hijo de puta y conseguir ayuda.

Barroco | SEKS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora