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Vayan a conseguir agua bendita para purificar sus almas pervertidas.

La habitación se parece a un rejunte de las salas de Seks. Hay una cama en la que podría dormir una familia completa, ubicada en el centro de la habitación, que es bastante grande. También hay una mesa de bondage a la derecha, una cruz de San Andrés en una esquina a la izquierda y todo el piso está alfombrado.

Doy otro vistazo a la habitación, sintiendo un par de manos en mi espalda, que me empujan dentro. Puedo ver algunos estantes con esposas, fustas, látigos y demás objetos de impacto, como palas. Cerca de allí hay un caballete de spanking con cubierta de cuerina negra. Toda la habitación tiene una iluminación tenue y amarillenta, dejando el lugar bastante oscuro.

Es agradable.

La mano en mi nuca me insta a caminar y lo hago, dando pasos cortos dentro del lugar, sintiendo el cambio de energía. La alfombra que cubre el suelo es suave debajo de mis pies y me hace cosquillas entre los dedos, mientras ingreso.

—ponte sobre tus rodillas, mascota— dice Andrei.

Lo hago, viendo ambos pares de pies frente a mí. Subo mis ojos por sus piernas, notando los músculos duros de sus pantorrillas cubiertas de vello. Luego, los pantaloncillos cortos, cubriendo las zanahorias. Siguiendo hacia arriba, puedo ver la piel marcada de sus abdómenes, los músculos tensos, cubiertos por más vello. El de Andrei es ligeramente más oscuro y castaño. El Nikolai es casi rubio, a pesar de que su cabello es más oscuro. Mientras que la piel del abogado es más clara, la del policía tiene una tonalidad casi dorada. Ambos tienen cuerpos únicos y perfectamente diferenciables. Nada en ellos es igual, sin embargo, encajan perfectamente bien juntos. Es como si sus cuerpos fluyeran y se mimetizaran perfectamente.

—¿Terminaste con la inspección, conejita? — la voz divertida del policía me hace sacudir la cabeza y dejar de mirarlos.

—lo siento, señor— no estoy avergonzada, ni siquiera siento un poquito de culpa por estarlos viendo. Sin embargo, me gusta mi papel; me gusta jugar a ser una sumisa y realmente es algo que anhelo, pero también me gusta ser un poco descarada. Por eso, les doy una sonrisa leve y digo—: estaba disfrutando de la vista.

El abogado se ríe y se pone en cuclillas frente a mí. Incluso así, su altura es bastante superior a la mía, así que debo levantar mi mentón para mirarlo. Me da una sonrisa lasciva y baja los ojos por mi cuerpo.

Mis pezones están erguidos por los juegos en la sala de estar, mientras me interrogaban.

—si, es una bonita vista— gruñe, sonriendo— ¿Tú qué opinas, hermano?

—creo que sí, pero no podemos verla bien si está agazapada en el suelo.

—Gemma— Andrei me da la mano después de levantarse y me pide que haga lo mismo. Mi corazón bombea sangre con fuerza mientras su mano se posa en mi espalda y me hace caminar hacia la cruz.

Ambos sonríen, casi de forma perversa y la ansiedad corre por mi cuerpo mientras veo la dinámica silenciosa entre ellos. Si vamos a continuar con esto, deberé aprender a leer sus ojos y la forma extraña que tienen de alterarme por no escucharlos.

Nikolai da un leve asentimiento, aceptando alguna cosa que haya comunicado el abogado y luego, señala la equis de madera, que está a unos pasos de nosotros.

—aquí— me pongo en posición, comenzando a sentir que el bullicio en mi mente se calma cuando mis muñecas y tobillos están restringidos. Dos pares de manos me tocan, deslizándose por mis muslos, mis brazos y mi abdomen.

—creo que a su piel le falta un poco de color— murmura el abogado.

—tienes razón.

Ambos tienen una sonrisa prácticamente sádica en su rostro y mi ansiedad va en crescendo mientras los observo moverse por la habitación. Andrei se queda cerca mientras Nikolai busca algo en los estantes y yo alterno mis ojos entre ambos. El abogado me da un beso profundo, jugando con su lengua entre mis labios y chupando con fuerza mi piel. Lo escucho gruñir satisfactoriamente cuando suelto un gemido entre el dolor y el placer y una de sus manos juega con mis pezones, mientras que la otra mantiene un agarre firme alrededor de mi cuello. No me está ahorcando, pero puedo sentir sus dedos ajustándose a mi piel.

Barroco | SEKS #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora