Capítulo 18

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Parte de la noche y madrugada esperaba que el alfa respondiera su teléfono; bien sabía que no debía llamarle, pero tenía que hacerlo, realmente tenía que hacerlo.

Nunca respondió.

A la mañana siguiente, bajó por las escaleras de la grande casa. Era tan grande, que si no se usaba la calefacción, era demasiado fría; ella nunca usaba la calefacción.

Salió temprano de casa, acomodó su cabello para que no se alborotara debido al aire y entró en el auto negro.

— Buenos días, señorita Jung — dijo el chófer dándole la bienvenida.

— Buenos días — dijo ella poniendo sus labios en línea — ¿Podemos irnos ya? — preguntó empezándose a sentir nerviosa.

— Si, señorita — dijo el chófer mirándola por el espejo retrovisor.

El chófer dio unas cuantas miradas por los espejos para poder irse en reversa con cuidado y después continuar por la carretera. Manejó alrededor de casi treinta minutos hasta que llegó a un vecindario rico de Seúl.

Mostró su identificación al oficial del portón y este le dio acceso a la privada de casas lujosas. La omega suspiró y miró las casas por la ventana conforme iban avanzando; al estar frente a la ya tan conocida casa, el chófer se estacionó y bajó antes para poder abrir la puerta.

— Con cuidado — dijo sosteniendo su mano al salir — Han lavado recientemente las calles.

— Gracias, Wonho — dijo con una sonrisita. El chófer le devolvió la sonrisa.

Eso la tranquilizaba un poco, pero no del todo.

Caminó con cuidado por la acera, sus tacones resonaban mientras iba dando sus pisadas. Se agarró su saco con una mano y aspiró su aroma; aun olía un poco a él. Al estar en la entrada, estiró su delgada mano y tocó el timbre, esperó alrededor de un minuto cuando salió una sirvienta.

— Señorita, adelante — dijo haciendo una reverencia. Ella asintió y la siguió por detrás.

La gran casa blanca tenía muebles modernos, siempre impecable, pero igual de fría que la suya. Caminaron hasta dar paso al gran comedor de granito negro, otro par de sirvientas estaban poniendo la mesa.

Le dieron indicaciones que se sentaran, y ella lo hizo hasta un extremo, dejando el otro que estaba a seis lugares de lejos; en el otro extremo, las sirvientas estaban poniendo dos lugares, y otra empezó a poner el suyo.

De las escaleras bajó otra persona; siempre vestida en sus ropas finas, a pesar de que era un pijama de satén lila, parecía estar lista para una sesión de fotos; sus ojos con unas pocas de arrugas se mostraban neutrales. Cuando estuvo en el comedor, miró a su hija.

— Somin — dijo ella con una sonrisa — Hace mucho que no has venido, ven aquí.

La omega se removió en su asiento, luego empujó la silla hacia atrás para poder levantarse e ir con su madre y darle un abrazo.

Papá necesita un omegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora