Elizabeth III

283 33 2
                                    

La apegué a mi mientras volteaba a todos lados con los ojos como platos. Cualquiera diría que me veía culpable de robarme un gato tan caro como lo era Elizabeth III. La mujer en el estacionamiento debe ser Jaehee.

¡Madre mía, Jaehee estará en problemas si no le entrego al gato!

Si Jumin se entera que el gato está desaparecido seguro que entra en coma, no sin antes haber despedido a la pobre de Jaehee. No me quiero imaginar lo angustiada que debe estar en este momento. Elizabeth III era lo más preciado que Jumin poseía, todos los días hablaba de ella en el chat. Siempre se refería a ella con elogios como si se tratase de alguna enamorada.

Tenía que devolverla con Jaehee. Daba igual si era yo quien se la entregaba, no hay forma de que pueda reconocerme.

Estaba a punto de ir a por mis tacones cuando de repente veo a Jumin correr en mi dirección, con los ojos desorbitados y la respiración acelerada. Me sentí mal al ver lo preocupado que estaba, casi al borde de la desesperación, pero su expresión cambió al ver que su preciada gata se encontraba acurrucada y ronroneando en mi pecho.

― ¿Elizabeth III? ― dijo casi sin aliento.

Vi como el alma le volvía al cuerpo y su rostro cambió por completo.

Hoy había visto a Jumin serio, Jumin indiferente, Jumin preocupado y ahora a un Jumin muy diferente. Ese rostro reflejaba un alivio y paz, lo hacía ver tierno. Pero no duró mucho, ya que sus ojos pasaron de su gata a mí, y entonces apareció el Jumin incrédulo.

― Yo no la robé. ― fue lo primero que se me ocurrió decir. Sentía la necesidad de explicarle la razón de por la que su gata se encontraba en mis brazos. ― Yo estaba aquí... entonces ella apareció de entre los arbustos.

Vi como Jumin trataba de aclarar su mente y no hacerme ver lo afectado que se encontraba. Suspiró y comenzó a caminar hacia nosotras a la vez que se acomodaba la corbata.

― Srta. Kim, no tiene idea de cuán agradecido estoy con usted por haber cuidado de Elizabeth III. ― se paró frente a mí mientras extendía ambos brazos. Estaba tan cerca que podía oír su respiración, aún no se le había normalizado. Un par de gotas de sudor caían por su sien y olía jodidamente bien. ― Si no le importa... ― me dijo mientras hacía un ademán con sus brazos vacíos y aún extendidos.

―Oh, si... ― dije muerta de la vergüenza.

Le entregué a Elizabeth III con cuidado y el la acunó diestramente entre sus brazos. La gata no dejaba de maullarle a su dueño. No podía dejar de ver esa bella postal, pero Jumin volvió a posar sus ojos de mí e inconscientemente evité su mirada volteando hacía otro lado.

― En verdad, no sé cómo expresarle toda mi gratitud. ― me dijo, pero aún no podía voltear a verlo. ― Ella debió escapar de mi asistente mientras me esperaba en el coche.

Levanté la vista. Sorprendida de que la forma en la que me hablaba ahora. Mientras estuvimos en el despacho con nuestros padres fue de lo más frío y formal.

― Tal vez debería dejarla estar un rato más aquí en el jardín. ― me atreví a decirle. Lo miré a los ojos y ahora estos me regresaban la mirada un poco extrañados. ― Volveré a la recepción, usted puede estar tranquilo aquí con su gata.

Comencé a alejarme de él, sentía la cara tan caliente. Era obvio que estaba sonrojada y no quería que él me viera de ese modo. Sería algo extraño.

― Srta. Kim. ― llamó a mis espaldas. ― Usted estaba aquí antes, y es verdad que Elizabeth III disfrutaría más pasar el rato en el pasto y no en un coche. Por favor, acompáñenos.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora