Te quiero, te quiero, te quiero

345 27 2
                                    

Al entrar a la habitación, Jumin me colocó con cuidado en su cama mientras él permanecía sobre mí, apoyándose sobre sus codos y colocando una rodilla entre mis piernas. Él no tardó en localizar los botones de mi falda, y luego de abrirlos, la deslizó por mis piernas hasta que llegó a dar al piso.

Su cuerpo hizo que mis piernas se abrieran aún más al acomodarse sobre mí. Mientras sus labios recorrían mi cuello, sus manos acariciaban mis piernas, por la parte interna de mis muslos, hasta que sus dedos llegaron a rozar la tela de mis pantis. Deslizó uno de ellos por debajo de la tela y comenzó a trazar círculos en ese punto tan sensible.

Gemí y al instante cubrí mi boca con el dorso de mi mano.

Parecía que Jumin no tenía intención de detenerse. Bajó sus besos hasta mis senos y metió otro dedo bajo mi ropa interior.

Los besos siguieron su camino, llegaron a mi ombligo y no se detuvieron ahí. Yo seguía disfrutando de los hábiles dedos de Jumin hasta que mi cuerpo se tensó cuando sentí su lengua haciéndome cosquillas muy cerca del borde de mis pantis.

No va a hacer lo que creo que va a hacer, ¿o sí? ¡Ahí no!

― No... ahí no beses. ― él alzó la vista para encontrarse con la mía. La cara me ardía.

― ¿A caso no lo estás disfrutando? ― me sonrió perverso y comenzó a rozarme con la nariz por sobre la tela de mi ropa interior. ― ¿Se siente bien si hago esto? ― entonces introdujo uno de sus dedos en mi interior.

― ¡Oh, mi Dios! ― grité ante la intrusión. ― Jumin...

― Responde, Danny. ¿Se siente bien si lo hago así? ― su voz lujuriosa resonaba en mi cabeza. Su dedo se movía con libertad en mi interior y su nariz se acercaba peligrosamente a mi clítoris.

― No... Yo no... No lo sé. ― logré decir entre gemidos. Me retorcía de la desesperante excitación. Me aferraba con una mano a las sábanas y con la otra insistía en cubrir mis gritos.

― ¿No lo sabes? ― entonces su dedo encontró otro punto secreto en mi interior, tan sensible, que el segundo orgasmo se apoderó de mis sentidos y los gritos no cesaron. ― No eres muy honesta hablando, no como lo es tu cuerpo a mi tacto. ― dijo con suficiencia.

De repente, retiró su dedo e hizo que mis pantis acompañaran a mi falda en el suelo.

Mi cuerpo sufría de deliciosos espasmos gracias al delicioso orgasmo. Era un deleite crudo.

Jumin se arrodilló frente a mí, se veía imponente, y se deshizo de la camisa para dejar al descubierto su torso perfecto, sus hombros y brazos fuertes. No podía dejar de ver aquel glorioso hombre. Sus manos bajaron hasta dar con su cinturón, el cual no permaneció por mucho más tiempo en su sitio. Y mientras él desabrochaba su pantalón, mi vista se clavó en la impresionante V que se le marcaba a la altura de la pelvis.

Madre mía... ¿Cómo es posible que debajo de esos trajes caros y esa actitud fría se oculta un Dios con cuerpo de infarto? ... y lo tengo entre mis piernas... ¡Entre mis piernas!

Tenía las piernas abiertas de par en par y sin nada de ropa que cubra mi desnudez. Bajé la mano para intentar cubrir un poco, y antes de que pudiera hacerlo, mi mano se congeló a la altura de mi ombligo en cuanto tuve frente a mí la imagen de un Jumin en bóxer ajustado y con tremenda erección oculta bajo la tela.

― Si sigues viéndome de ese modo harás que me sonroje. ― comentó él y yo salí de mi nebulosa para encontrarme con su sonrisa burlona. Sabía que me gustaba lo que estaba viendo, le gustaba provocarme así.

― Tú tampoco dejas de verme. ― repliqué intentando imitar su tono burlón.

― Quiero hacer más que solo verte. ― me tomó con ambas manos por debajo de los muslos, levantándolos. Se inclinó sobre mí y su lengua volvió a acariciar mi vientre y fue descendiendo sin vacilar.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora