Aún en las alturas

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La luz inundando la habitación me obligó a salir de mi pesado sueño. El cielo brillaba en un azul precioso, sin ni una sola nube. Estiro mis extremidades y me quedo boca arriba en la cómoda cama. Miré en el reloj digital de la mesita de noche que ya eran las ocho treinta de la mañana.

Salí cuidadosamente de la cama y camino en dirección al baño. Después de atender mis necesidades matutinas y lavar mi rostro, decido salir a buscar mis cosas y a reunirme con Jumin.

Asomé la cabeza fuera de la habitación y me encontré con un pasillo. Había una puerta justo a un lado, esa debía ser la de la habitación de huéspedes.

Llegué a un salón amplio, muy amplio. Si los ventanales en la habitación de Jumin me parecieron abrumadores, los del salón se los llevaban de calle. Recorrían todo lo largo del lugar, desde la sala de estar, el comedor y la cocina. Podía ver Seúl casi en todas direcciones.

A quien no podía ver por ningún lado era al dueño del penthouse. Me pareció extraño que siguiera dormido, él solía despertar muy temprano, aunque fuera un domingo por la mañana.

La sala de estar consistía en tres sillones amplios, dos de dos lugares y uno de tres, todos en color hueso, contrastando con el blanco de la habitación. Una mesa de centro amplia y en la pared una enorme pantalla de televisión. Al extremo derecho del salón se encontraba la sección del bar con barra integrada, mientras que al extremo izquierdo se podía ver el comedor y una cocina amplia perfectamente equipada.

La distribución del penthouse en un estilo abierto, combinado con los ventanales a lo largo de éste y los techos altos, era simplemente espectacular.

Mi cartera estaba en uno de los sillones del salón junto con Elizabeth III acurrucada en un cojín.

― Buenos días, Elizabeth. ― acaricié su cabecita y la gata maulló.

Me senté junto a ella y busqué entre mis cosas. En uno de los celulares tenía cientos de notificaciones del chat de la RFA y en el otro era la misma situación con Hye y Mary.

― Buenos días. ― escuché a Jumin, que salía del pasillo y caminaba hacia mí.

Ya se le veía perfectamente arreglado, aunque no para la oficina. Vestía pantalón gris oscuro, camisa blanca de botones y con las mangas corridas, exponiendo sus antebrazos. cambió su habitual juego de saco y chaleco formal, por un chaleco de punto en color negro. Parecía hecho de algodón, pero no estaba segura.

― Buenos días. ― respondí. Él se sentó a mi lado, colocando a Elizabeth III sobre sus piernas. ― ¿Dónde estabas?

― En el estudio.

Elizabeth III se puso boca arriba en las piernas de su amo y con las patitas estiradas comenzó a ronronear. Él atendió a su llamado y procedió a rascarle la barriga.

― ¿Irás a trabajar?

― Me tomaré el día para atender otro asunto.

― No creo que eso le guste a Jaehee.

― Ella trabaja para mí, no al revés.

― ¿Qué asunto tienes que atender?

― ¿Aún lo preguntas? ― inclinó su cuerpo sobre mí y yo me hice hacia atrás instintivamente. Me había tomado por sorpresa y eso lo hizo sonreír. ― No volveré a atacarte, Danny. Ni siquiera a besarte. No hasta que hablemos con calma sobre nosotros.

¿Sobre nosotros?

― ¿Hablaremos ahora?

― Después del desayuno. ― colocó a Elizabeth III de vuelta en el sillón, tomó mi mano y se la llevó a los labios. Les dio besitos a mis nudillos sin dejar de verme a los ojos y eso hizo que me sonrojara como una adolescente. ― Vamos, he pedido que trajeran la comida.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora