Lo que él quiere

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― Buenos días, Zen. ¿Qué haces despierto a esta hora? ― contesté con naturalidad una vez Jumin soltó mi muñeca.

Decidí ponerme de pie y caminar por el salón en lo que atendía la llamada.

― Danny, hola. No pude dormir bien en toda la noche de la angustia. ― comenzó hablando rápido. ― No quiero ser pesado, es solo que no supimos de ti. Y con todo esto del hacker...

― En verdad lo siento. Ayer fui a pasar el día con mis amigas, bebimos cerveza un poco. ― Jumin me veía sentado en el sillón, no parecía contento así que le di la espalda y miré al pasillo. ― Olvidé entrar al chat.

― ¿Pero estás bien?

― Sip.

― Me alegra que te encuentres bien. ― suspiró ruidosamente. ― En verdad siento ser un pesado.

― Para nada. Gracias por preocuparte por mí.

― No sabía que bebías cerveza. Yo también lo hago. Hay que salir un día a tomar una y conocernos mejor. En verdad me gustaría saber más de ti.

― Sería buena idea, aunque debo advertir que no soy una buena bebedora. Ayer fue la primera vez que lo hice y fue de la peor forma.

― Uy no, Danny. ― silbó. ― Quizá eres como Jaehee, ella prefiere el café antes de la cerveza... Según los rumores, Jumin a veces bebe cuatro espressos a la vez. ¿No crees que es prácticamente veneno? En fin, no sé por qué hablo de ese tipo. De todas formas, me entristece que tu primera experiencia bebiendo no fuera una buena. Conozco un buen lugar donde fabrican su propia cerveza. ¿Qué tal si te llevo ahí?

― Parece buena idea. Hay que planearlo bien.

― Prometo que cuidaré de ti.

― Está bien. ― accedí. ― Estaré bajo tu cuidado.

No sé por qué, pero siento los ojos de Jumin clavados en mi cráneo.

― Cuenta conmigo. ― le escuché reír. ― Bueno, debería dejarte descansar. Seguro debes tener una resaca terrible, joven inexperta.

― Gracias de nuevo por estar al pendiente de mí. Hablamos luego.

― Ni lo menciones. Bueno, adiós.

Colgué la llamada y me giré en dirección al sillón, donde esperaba ver el rostro furioso de Jumin estando sentado, pero me topé de bruces con su pecho a pocos centímetros de mí. Otra vez volvía a estar acorralada entre la pared y el cuerpo de Jumin.

― ¿Qué haces? ― apenas pude decir.

― ¿En qué condiciones estarás bajo el cuidado de Zen? ― me increpó. Su voz se escuchaba ronca.

― Por favor, aléjate.

― Responde a mi pregunta.

― No tengo por qué darte explicaciones.

Sentía el cuerpo tenso, pero el corazón me latía con mucha fuerza. Mantuve la vista fija en su pecho, no quería verle a la cara. Por alguna razón pensé que, si alzaba la vista, él volvería a reclamar mis labios. Y no estaba segura de poder detenerlo esta vez... O querer detenerlo.

― Si no fuera porque te he prometido no volver a atacarte, ahora mismo te llevaría en brazos a mi cama. ― susurró, confirmando aquello que ya había pensado. ― No me detendría hasta tomar todo de ti.

Las piernas comenzaron a temblarme.

― Jumin... Hay que calmarnos, ¿quieres? ― apoyé mis dos manos en su pecho y alcé la vista. Sus ojos afilados me veían intensos y sus labios lucían apretados. ― Quedamos en hablar después del desayuno. Vamos al sillón, pero por favor, dame mi espacio.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora