Resaca

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― ¿Danny? ― me llamaba alguien, no sabía quién. Todo era muy sofocante, borroso y caliente. ― Mary, no está reaccionando. Deberíamos llevarla al hospital.

― ¡Pero sólo se tomó una botella!

― No debiste retarla a ver quién se tomaba más rápido la cerveza.

― ¿Cómo iba a saber yo que le pegaría tan fuerte?

Escuchaba las voces amplificadas en mi cabeza, cómo si tuviera una bocina integrada en el cerebro, y de fondo se escuchaba el ringtone de mi celular. Sentía que poco a poco me estaba liberando de la oscuridad en la que me encontraba y las voces comenzaban a tener rostro.

― Hye, él sigue llamando.

― Sigue rechazando la llamada.

― ¿Y si le pedimos ayuda?

― Ella no quería saber de él hace un momento.

― Está inconsciente en el piso. Lo que ella quiera es lo de menos por ahora.

― ¡Oye, Mary... Espera!

― ¿Hola? ― comenzó a hablar Mary con alguien a quien yo no podía escuchar. ― Soy su amiga... Sí, habíamos tomado. Creo que se golpeó muy fuerte la cabeza... Oh, veré. Hye, ¿es mucha sangre?

― Sólo un poco. ― le respondió ella a la vez que sentía como movía mi cabeza con cuidado.

Quería abrir los ojos y ver con quien hablaban, pero la oscuridad aún no quería dejarme ir por completo.

― Sólo poca sangre, pero no reacciona... Ok... No la moveremos... Espere, ¿cómo...? ¿No necesita...?

― ¿Te colgó?

― Dijo que llega en diez minutos y que no debemos moverla.

― Espera, ¿Viene para acá? ― Hye chilló incrédula. ― ¿Cómo sabe dónde está?

― ¡Tú dímelo! Ese tipo tiene una voz intimidante.

Pude abrir un poco mis ojos después de un rato, había demasiada luz, pero podía distinguir las figuras de Hye y Mary sobre mí. La cabeza no paraba de doler, pero al menos ya no me daba vueltas todo.

― Mira, ya está abriendo los ojos.

― ¿Danny? ― el rostro de Hye estaba muy cerca del mío. ― Cariño, ¿estás bien?

― Hye, ¿qué pasó? ― apenas pude pronunciar bien las palabras. Llevé mi mano a mi cabeza y sentí como se humedecían mis dedos al tocarme la sien. Me fijé en lo que pensé que era sudor, pero había teñido mis dedos de rojo.

― Escuchamos un golpe y vimos que estabas en el piso. ― me informó, seguía haciendo presión en mi herida. ― No te muevas, cielo.

― Tu cabeza dura por poco nos cuesta la reparación del piso. ― escuché a Mary, pero ya no podía verla.

Vino a mí el recuerdo de estar hablando con Jumin en el celular, después nada más. Quise incorporarme, ya que seguía tumbada boca arriba en el piso, pero Hye me lo impidió.

― No te muevas, Danny. Dijo el Sr. Han que permanecieras acostada. No tarda en llegar.

― ¿Quién? ― apenas pude preguntar, seguía noqueada por el golpe.

Alguien hizo sonar el timbre de nuestra puerta. Nunca me había parecido tan insoportable ese timbre a como me lo parecía justo en ese momento. Escuché los pasos apresurados de Mary que corría a la puerta. Aún seguía sin poder verla ya que Hye permanecía sobre mí atendiendo mi herida.

― ¿Hye? ― se escuchó a Mary. ― Es un hombre trajeado, ¿será él?

― ¿Cómo se ve? ― le preguntó Hye, pero Mary no le respondió. ― A ver, ven a hacerle presión a la herida.

Cambiaron de lugares, ahora era Mary quien presionaba mi cabeza.

― No me lo creo. ― susurró Hye después de un rato.

Escuché cuándo se abrió la puerta, pero no con quién hablaba mi amiga.

Unos pasos firmes comenzaron a acercarse, apresurados.

― ¿Danny? ― me llamó Jumin. Ahora podía verlo de pie tras Mary. ― ¿Me permite? ― le dijo a mi amiga y ella no dudó en hacerse a un lado.

― ¿Qué haces aquí? ― le pregunté, pero no me respondió.

Ahora era él quien hacía presión en mi herida. Estaba teniendo problemas en mantener los ojos abiertos, me estaba envolviendo una ola de sueño, pero no quería dormir ahora que estaba Jumin en mi apartamento.

― ¿Cuánto tiempo lleva así? ― él quiso saber.

― Hace aproximadamente quince minutos escuché un golpe fuerte, pero no pensé que esta idiota había aterrizado con la cabeza. ― le contestó Mary. ― Acaba de despertar, pero sigue atontada.

― Te he dicho que debíamos llevarla al hospital. ― le dijo Hye.

― Voy a llevarla conmigo. ― dijo Jumin. Levantó mis brazos y los colocó sobre sus hombros. ― Rodéame fuerte con los brazos. ― hice lo que me pidió, rodeé su cuello con mis brazos y nuestros rostros volvieron a estar juntos como antes ya lo habían estado. Me tomó por los muslos y los colocó a ambos lados de su cadera, instintivamente crucé mis tobillos tras su espalda, aferrándome a él. ― ¿Podría ayudarme a llevar sus cosas al coche? ― no supe a quién le preguntó, pero supuse que mis amigas harían lo que él pidiera.

― ¿A dónde me llevas? ― pregunté. Tenía el rostro contra el cuello de Jumin. El alcohol en mis venas me incitaba a besarlo, pero mi vergüenza era más grande que mi coraje.

― Te llevaré a ver un doctor. ― me respondió con voz suave. ― No muevas la cabeza, quédate quieta.

Llegamos fuera del apartamento, bajando las escaleras. Jumin se movía tan cuidadosamente para no hacerme daño. Yo seguía como idiota en sus brazos, aferrándome a él. Oliendo su perfume.

Alcé la vista y me encontré con mis amigas siguiéndonos de cerca. Hye llevaba mi cartera y caminaba con la cara pálida, mientras Mary estaba a su lado y parecía confundida.

― Por favor, dele las cosas a mi chofer. ― volvió a hablar Jumin. Logré distinguir su camioneta negra estacionada frente a mi edificio.

― ¿Ella estará bien? ― le preguntó Hye a Jumin, pero sin dejar de verme.

― Me haré cargo de ella. ― le respondió él. ― No se preocupen.

― ¿Hye? ― le llamé, apenas en un susurro adormilado.

Me sentía pesada, los ojos se me cerraban. La cabeza seguía doliendo.

― Está bien, Danny. ― quiso tranquilizarme.

No supe cómo se las ingenió Jumin para entrar a la camioneta conmigo encima suyo, pero logró sentarse en el asiento trasero, colocándome a horcajadas sobre él. Escuché que cerraron la puerta, después a eso, la camioneta arrancando.

― Que llamen al doctor Bae. Quiero que esté en el penthouse cuando llegue. ― ordenó Jumin con aquella voz firme y autoritaria suya.

― Si, Sr. Han. ― dijo un hombre.

Tenía el rostro hundido en su cuello, embriagada por la rica combinación entre el perfume de Jumin y su olor corporal. Quería permanecer así por mucho tiempo, todo el tiempo.

― No hagas eso. ― me susurró al oído, casi pude sentir el tacto de sus labios en él. ― Llevas rato acariciando mi cuello con la nariz. Vas a hacer que pierda la cabeza.

Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal al escuchar aquello. 

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora