Devuelta en Seúl

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― No seas así, nena. ― me dijo en inglés, con tremenda sonrisa descarada. ― ¿Es que no me extrañaste?

Olía a alcohol.

¿Es que ese hombre no se podía mantener sobrio?

― ¿Qué te hace pensar que extrañaría a alguien tan desagradable como tú? ― le reñí también en inglés.

Hye me halaba del brazo, para hacerme retrocedes.

― Creí que teníamos algo especial. ― susurró con voz ronca, viéndome de arriba abajo mientras se moría el labio.

― ¿Quién es esta persona, Danny? ― preguntó Hye con la voz temblándole del miedo.

― Corre y llama a Jumin.

― Ni pensarlo. No te dejaré sola.

― ¿Qué tanto se cuchichean ustedes dos? ― se quejó él.

― ¿Por qué no vas y te pierdes? ― le encaré.

Sentía como si toda la sangre se me hubiese drenado del rostro, pero hice mi mayor esfuerzo para no mostrar miedo. Hye seguía aferrada a mi brazo, tras de mí.

― No seas tan agresiva, encanto. Yo solo quería llevarme bien contigo. ― caminó hacia nosotras a la vez que retrocedíamos de él. ― No sabes lo injusto es que te saquen del hotel sin haber hecho nada. Y después me negaron el acceso a la fiesta de una muy querida amiga mía.

― Te lo tenías más que merecido.

― ¿Tú crees?

― Danny, ¿qué está diciendo ese hombre?

― No me temas, encanto. ― alzó las manos en son de paz. ― Yo solo quería ser amigo tuyo. No te haría nada malo. En cuanto a Han... Bueno, eso es asunto y aparte.

― ¿Qué tienes en contra de Jumin?

― ¿No te lo ha dicho? ― ladeó la cabeza. ― Ese imbécil se aprovechó de la inocencia de mi hermanita. Se la cogió hasta que se cansó para luego dejarla. Así como seguro hará contigo.

― Estás diciendo estupideces.

― Digo la verdad. ― bramó. ― Además, gracias a él es que me han ordenado casarme con una bastarda que él desechó.

― ¿Qué? ― me quedé perpleja.

― Seguro la hija bastarda de un millonario no es suficiente como para que ese imbécil se la quiera coger. ― se rascó la barbilla. ― Bueno, tendré que sacrificarme gracias a él.

― Ni los bárbaros se expresan así de otra persona. Menos de la persona que será su pareja.

― Tú no lo entiendes, nena. ― sonrió con malicia. ― A mí nadie me impone la mujer que se meterá en mi cama. Eso lo decido yo. Y lo que yo quiero es saber qué tienes entre las piernas que tiene tan fascinado a ese infeliz.

Intentó tomarme del brazo, pero yo fui más rápida debido a su embriagues.

― ¡Detente! ― le supliqué. ― No estás razonando.

Hye me seguía suplicando que corriéramos de ahí.

Me fijé en dirección a la carpa, y gracias a Dios, Jumin ya se había percatado de la situación y corría en mi dirección. Zen y Tae tras de él.

― Quiero saber qué es eso que tienes que no quiere compartir. ― dijo amenazante. ― Seguro eres toda una zorrita en la cama.

Mi furia se desbordó, dejando detrás mi miedo y lo volví a empujar.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora