Su obra y labor

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― ¿A dónde la llevo, Srta. Kim? ― preguntó mi chofer al abrirme la puerta del coche.

― A mi apartamento, por favor.

Acababa de salir de una reunión con la administración del museo donde haríamos la fiesta. Todo estaba marchando bien. Estaban en buena disposición para con la fiesta, claro, yo era la prometida del dueño del lugar. Era obvio que harían lo que fuera que yo les pidiera.

La forma en la que la gente me trataba cambió por completo. Me pusieron un estatus de respeto al cual no estaba acostumbrada. Era así como todos trataban a Jumin fuera a donde fuera. Incluso cuando salía a comer con mis amigas, nos daban cortesías y hasta nos atendía el mismísimo chef encargado de la cocina.

― ¿Cómo te fue con la gente del museo? ― me preguntó Mary.

― Muy bien. ― dejé mi bolsa y mi abrigo en el perchero y me quité los zapatos. ― Van a cerrar el museo tres días. Ahí aprovecharemos para empezar con la decoración.

― ¡Fantástico! ― exclamó. ― ¿Quieres comer?

Me le quede viendo, incrédula.

― ¿Cocinaste?

― Ramen instantáneo. ― se encogió en hombros.

Encendimos la televisión y comimos sentadas en el piso de la sala.

― ¿Escuchaste los rumores sobre Zen?

― Ah, sí. ― murmuré enrollando el ramen en los palillos. ― ¿Te ha dicho Hye algo?

Ella negó con la cabeza.

Previo al estreno de la obra de Zen, comenzó a rumorearse que él mantenía una relación romántica con su coprotagonista. Choi Kyun-Gju, más conocida en el medio como Echo Girl.

Por lo que tenía entendido, Hye y Zen se estaban llevando mejor a medida que pasaban los días. Yo misma sabía perfectamente que entre ellos se gustaban, pero ninguno quería dar el primer paso para iniciar una relación.

Eran las cinco de la tarde cuando Hye llegó a casa, pero no hablamos sobre los rumores. Y parecía que eso no le había afectado en lo absoluto. Quizá entre ella y Zen ya lo habían aclarado.

― Los vecinos comenzaron a quejarse por los reporteros en la calle. ― dijo Hye.

― No son reporteros. ― corrigió Mary. ― Son paparazis de oficio. Solo buscan algo para venderle a los medios.

― Quizá deba mudarme pronto. ― me encogí de hombros y ambas se me quedaron viendo. ― Esto inició hace dos semanas cuando mi compromiso se hizo público.

― De ninguna manera, Srta. próxima a ser la esposa de mi jefe. ― me dijo Hye con tono maternal. ― Te casarás, Dios sabe cuándo porque aún no lo decides, y jamás volveremos a vivir las tres juntas. No quiero que te vayas aún.

― No es una niña, Hye. Y Danny no se irá para siempre.

― Ella tiene razón. ― le seguí a Mary. ― No dejaré de venir solo porque esté casada.

― Te casarás. Tu lugar será junto a tu esposo. Y nosotras quedaremos de lado. ― exageró un puchero.

― Boba. ― le di un codazo.

― Oh, mi Danny. ― me abrazó. ― Mi pequeña Danny ha crecido mucho y ni cuenta me he dado.

― ¡Bueno, bueno! ― exclamó Mary. ― Nadie se irá todavía. Que los vecinos soporten.

El celular de Hye comenzó a sonar y una sonrisa enorme le nació.

― ¿Es Zen? ― pregunté.

― Es un texto de él. Quiere saber si lo acompañaré en la alfombra roja de la obra.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora