Una calma que no dura lo suficiente

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Desperté a regañadientes gracias a la luz que se filtraba de los ventanales. Parpadeé un poco para enfocar mi vista adormilada. Jumin estaba a mi lado profundamente dormido. Me sorprendió que estuviese todavía en la cama, pero dados los acontecimientos de anoche, seguro terminó fundido de cansancio.

No me había detenido antes a ver su rostro tan de cerca sin sentir nervios por su mirada. Su cara de dormido era realmente dulce. Labios gruesos y entreabiertos, nariz perfilada, pestañas oscuras y largas, cabello negro y alborotado.

Contemplé su torso desnudo. Las sábanas apenas cubrían a la altura de la pelvis, y sus piernas salían de éstas y se entrelazaban con las mías.

¡Dios mío! ¡Debe ser ilegal lucir así de bien por las mañanas!

Estaba tentada a deslizar mi dedo por los músculos cincelados del abdomen, pero temía despertarlo. Además, tenía que ir al baño.

Mi cuerpo comenzaba a sentir las consecuencias de mi lucha con el hermano de Seven.

Me levanté de la cama, con cuidado de no despertarlo, y fui al baño a satisfacer mis necesidades fisiológicas. Después de eso, busqué algo apropiado para vestir. Seguir desnuda por todo el penthouse resultaba tentador, pero nada sensato.

Cuando volví a la habitación, Jumin seguía dormido. Saqué del armario el conjunto de pijama que era de blusa y short en color vino.

Lo siguiente por hacer sería alimentarme.

Al llegar a la cocina me puse a buscar algo rápido para comer. Jumin podría tener la cocina más lujosa y moderna de todo Corea, pero de nada le servía si no la usaba y si no la abastecía de lo necesario para una despensa.

Claro, como todo lo que come está servido de las mismas manos de un chef.

No debería intentar cambiar sus hábitos de comida, pero me gustaría encontrar algo para hacer.

Encontré una barra de pan y algo de mantequilla. También hice algo de café, después de haber descifrado cómo funcionaba la enorme cafetera. Monté el pan tostado y dos tazas de café en una bandeja y volví a la habitación.

Me encontré con el glorioso trasero de Jumin al aire. Se había rodado un poco en la cama, por lo que arrastró consigo las sábanas. Maldije mi mala suerte por no tener mi celular conmigo y así poder inmortalizar aquella imagen.

Dejé la bandeja sobre una mesita de noche y me senté junto a Jumin en la cama. Me incliné sobre él.

― Buenos días. ― susurré atrás de su oído. Vi como esbozaba una sonrisa aún sin abrir los ojos. Besé su hombro y acaricié su espalda. ― Jumin, ya es hora de despertar. ― insistí.

Gruñó juguetón. Giró en su lugar para quedar de lado a mí.

― Buenos días. ― me dijo soñoliento. Me incliné a besarlo, lo que aprovechó para tomarme de la cintura y tirarme en la cama. Colocándose sobre mí y haciéndome reír ante esa acción. ― ¿Qué haces vestida? ― hizo puchero al ver mi ropa.

― Te hice el desayuno.

― ¿En verdad?

― Bueno, lo que pude. ― le empujé a un lado para sentarme y mostrarle lo de la bandeja. ― O hice el intento. No tenía mucho para trabajar.

― ¿Lo puedo comer? ― dijo al ver el pan tostado y la taza de café.

― Pues claro. ― se incorporó junto a mí. Le tendí la taza de café y un poco del pan. Lo vio como un pequeño maravillado por un momento. Cuando lo probó su expresión cambió a asombro. ― No tienes que fingir que es lo mejor que has comido en la vida. ― murmuré. ― Es solo pan y mantequilla.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora