Presa en el bosque de Seúl

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No hubo preliminares. Otra vez, Jumin se había apoderado de mi boca sin preguntar antes. Sus labios mantenían a los míos separados, dándole la bienvenida a su lengua experta. Sentía que me desmayaría en cualquier momento. No podía respirar, pero no quería que se detuviera.

Me armé de valor y alcé ambos brazos hasta llegar a su nuca, hundiendo los dedos en su suave cabello. Él tomó mi labio inferior con sus dientes, halándolo un poco y provocándome un jadeo.

Llevó sus manos a mi espalda, apretándome a su cuerpo, y pude sentir un bulto duro presionando mi vientre.

Comenzamos a caminar, él me guiaba sin dejar de besarnos. Pronto sentí la cama detrás de mí, entonces Jumin me tomó de la nuca con una de sus manos y me colocó sobre el colchón.

Seguía encima de mí, colocándose entre mis piernas y besándome intensamente. Estaba a punto de ser devorada esa misma noche.

― Tienes que respirar. ― susurró con sus labios rosando los míos. Él jadeaba y respiraba entrecortadamente. Sus ojos grises y afilados me veían como un depredador a su presa.

Solté un suspiro profundo.

Depositó besitos en mis labios, mi mandíbula, y comenzó a bajar por mi cuello. Empezó a acariciarme la pierna, solo se interponía el satín delgado entre sus caricias y mi piel ardiente. Entonces, aquel bulto duro que hacía presión en mi vientre cuando estábamos de pie, comenzó a ejercer esa misma presión en la parte más sensible de mi cuerpo, entre mis piernas.

― Espera... ― supliqué jadeando, sentir aquello en mi parte más íntima hizo que el miedo se apoderara de mi cabeza.

No me hizo caso. Sus besos en mi cuello comenzaron a intensificarse, su lengua me quemaba. La mano que en su momento estaba acariciando mi pierna, ahora se encontraba subiendo por mi cuerpo, encontrándose con la piel expuesta de mi vientre.

Y seguía subiendo por debajo de la blusa, robándome otro jadeo.

― Jumin... por favor... ― seguía sin escucharme. Intenté detener el subir de su mano, pero era más fuerte que yo.

Mientras sus dedos subían por mis costillas, su lengua bajaba de mi cuello hasta la parte expuesta de mi pecho.

Algo entre mis piernas se sentía extraño, estaba creciendo en mi interior, sentí la necesidad de cerrar las piernas.

Jumin hizo un movimiento brusco con su cadera, y el bulto en su pelvis hizo tal presión en mi zona íntima, que gemí como nunca en la vida ante la sensación intensa que produjo en mí. Llevé las manos a mi boca, avergonzada por haber provocado aquel sonido. Mi cuerpo se sentía tenso.

Me encontré con los ojos ardientes de Jumin, había parado de besarme, aunque su mano seguía debajo de mi blusa, tocando la base de mis senos.

No pude sostenerle la mirada, mi rostro se sentía ardiente. Seguro que estaba tan enrojecido como un tomate. Tapé mis ojos llorosos con las manos, seguro Jumin estaba molesto por detenerlo y frustrado por no saciar sus deseos.

― Danny. ― me llamó. Se escuchaba amable, pero no se me iba aquel miedo. ― Deja que vea tu rostro, por favor. ― intentó apartar mis manos con delicadeza, pero no se lo permití. ― Siento haberte asustado.

― No es eso. ― apenas pude decir con la voz temblorosa. ― Yo nunca he hecho estas cosas... No sé qué es lo que debo hacer.

Me escuchaba tan patética. Una niña asustada seguro no sería nada erótico para un hombre como lo era él.

― Eso lo sé. ― susurró. Lo sentí moverse sobre mí hasta llegar a mis labios y les dio un beso suave y lento. El beso más dulce que me había dado hasta entonces. ― Quiero ver tus ojos. ¿Puedes hacer eso por mí?

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora