Mi Infierno Personal

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Han pasado horas desde que llegamos al punto de encuentro y el detective amigo de Luciel no se ha puesto en contacto de nuevo.

Miro el reloj en mi muñeca, son las dos de la tarde y la espera me está carcomiendo por dentro, aunque por fuera aparento tranquilidad.

Me niego a moverme de mi lugar, flanqueando la camioneta, hasta que Vanderwood aparezca.

Veo al interior del vehículo, allí está el primer ministro, sentado en medio, amordazado y visiblemente irritado.

A cada lado suyo, Zen y Yoosung charlan, como si no hubiera nada fuera de lo común.

― No sé qué decirte. ― le escucho terminar de decir a Zen, con timidez.

― Pero recuerdo que en la fiesta no despegabas el ojo de ella. ― dice Yoosung. ― Y luego los vi besándose en un rincón.

No pude evitar sentir curiosidad de lo que hablaban, al ver que Zen se sonroja furiosamente ante el recuerdo.

― Bueno... sí. ― admite, rascándose la cabeza. ― Tal vez nos dejamos llevar un poco. Pero luego tuvimos una discusión y... aun no hemos aclarado las cosas.

― Estoy seguro de que Hye también siente algo por ti. ― afirma Yoosung. ― ¿O usted que opina? ― dándole un codazo, le pregunta jocosamente al hombre amordazado a su lado, el cual no respondió por obvias razones.

― Es complicado, amigo. ― dice Zen. ― Aún más después del secuestro.

Pierdo el interés de inmediato, y poco a poco la voz de Zen y Yoosung se desvanece hasta convertirse en un zumbido lejano.

Miro a mi alrededor, observando a Luciel concentrado en un iPad. No nos ha dicho en que esta trabajando, pero sé que debe ser crucial para nuestra situación.

Taeyang camina de un lado a otro, tratando de calmar sus nervios.

― ¡Lotería! ― Exclama Luciel, su voz estridente rompiendo el silencio.

― ¿Qué pasa? ― pregunto.

― Ah, es una sorpresa. ― suelta una risita traviesa, con un brillo de diversión en sus ojos.

― ¿Una sorpresa? ― repite Taeyang, con el ceño fruncido.

Antes de que podamos decir más, el sonido de un vehículo acercándose nos pone en alerta.

Inmediatamente dirijo mi vista a Zen y Yoosung, quienes actúan de inmediato y se colocan sobre el cuerpo del ministro, ocultándolo a la vista.

Acercándose desde la brecha, enfoco un vehículo deportivo, probablemente un Lamborghini o un Ferrari, a toda velocidad.

Mi cuerpo se tensa al pensar que ese no es un tipo de vehículo que un detective en Seúl pudiera permitirse.

Entonces Luciel se vuelve hacia mí y Taeyang, levantando la mano en señal de calma.

― Tranquilos, es Vanderwood. ― dice.

Taeyang y yo intercambiamos una mirada cautelosa, pero nos mantenemos en silencio mientras el vehículo se acerca, deteniéndose frente a nosotros.

La puerta se abre y de ella sale un hombre cuya apariencia difiera a la de un detective promedio.

― Así que aquí estás, cabrón. ― dice, dirigiéndose a Luciel con evidente irritación. ― ¿En qué embrollo te metiste ahora?

― ¡Vandy, querido. ― exclama Luciel, haciendo un gesto exagerado con los brazos extendidos, dispuesto a darle un efusivo abrazo. ― ¿Qué tal tu día? Pero mira nada más, ¿acaso no te alegra verme?

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora