La situación está bajo control

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Supuse que había dormido horas ya que el cielo se estaba tornando naranja, la noche amenaza con llegar. Estaba sola en la habitación. Sola y desnuda en la cama de Jumin. Aún no me incorporo, permanecí acostada boca abajo, con la vista en el ventanal y procesando todo aquello que habíamos hecho.

Estoy sonriendo como boba, lo sabía. No podía evitarse. Estaba feliz.

Algo suave me rozó por un costado, causándome un escalofrío. Giré la cabeza y me encontré a Elizabeth III quien se encontraba sentada a mi lado, con su cola me hacía cosquillas mientras se lamía la garrita.

― Hola, Elizabeth. ― saludé al gato.

Era la segunda vez que me encontraba en la cama de su amo. Gracias a Dios no era territorial.

Me acomodé boca arriba, con la vista al techo, pero en mi mente solo estaba la visión de Jumin sobre mí. Estiré perezosamente mis extremidades y sentí extraño a mi cuerpo. No es que me doliera agónicamente, de hecho, dolía delicioso.

Me senté en la orilla de la cama, esperaba ver mi ropa por ahí, pero recordé que parte de ella Jumin me la había quitado en la sala. Me envolví en la sábana y caminé hacia el otro lado de la habitación. No encontré ni mi falda ni la ropa interior.

Fruncí el ceño, pero no me detuve mucho a pensar en eso. Busqué entre los cajones del buró y encontré la ropa interior. Sonreía al revivir en mi mente la imagen de Jumin en bóxer ajustado. También saqué del closet una de sus camisas de botones y decidí tomar un baño para no estropear la ropa.

Al ver mi reflejo en el espejo del baño me fijé en el hidrocoloide que permanecía perfectamente colocado en mi sien, a pesar de lo acontecido en la cama. Me lo retiré. El pequeño golpe estaba mejorando. Ya no había enrojecimiento o hinchazón. Tan solo se veía una fina línea de aproximadamente un centímetro.

Tomé una ducha rápida, me vestí con lo poco que tomé, cepillé mi cabello y salí en busca de Jumin.

En la sala no había nadie, al igual que en la cocina y ni en el comedor, salvo unas bandejas de metal que parecían ser de restaurante.

Ah, sí. La comida.

El resto de mi ropa, que me había quitado en la sala, tampoco se encontraba ahí.

Volví al pasillo, donde había otras dos puertas a parte de la de la habitación principal. Supuse que no estaría en la habitación de junto. Así que toqué a la puerta del estudio. No escuché respuesta, aun así, abrí la puerta y ahí lo encontré.

Estaba sentado del otro lado de un escritorio de cristal, con la vista fija en su portátil y hablando con alguien a través de unos auriculares inalámbricos. Se había duchado, ya que su cabello se veía húmedo, traía puesto un pantalón gris oscuro y un polo azul celeste.

― ¿Por qué han adelantado la fecha? ― le hablaba a la otra persona del otro lado de la llamada. ― Apenas llegó a mi correo. ― entonces alzó la vista, me vio en la entrada y sonrió nervioso. Asentí disculpando la intrusión y le señalé que lo esperaría en la sala, pero él me indicó que me acercara así que obedecí. ― Hablaré personalmente con él Sr. presidente... ― siguió con la llamada.

El estudio era pequeño en comparación a su enorme oficina en C&R. Los ventanales con vistas a la ciudad se encontraban detrás del escritorio de Jumin, las paredes eran blancas, había estantes con libros, cuadros decorativos y algunas fotografías de Jumin con su padre. Me pareció curioso que no tuviera ninguna de su madre, aunque yo tampoco tengo fotos de la mía. Me entró la curiosidad por saber si en algún rincón de ese penthouse habría fotos de Jumin cuando era pequeño.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora