En la fiesta

249 21 0
                                    

Mis ojos parpadearon adormilados. La luz crepuscular del nuevo mañana se filtraba por los ventanales e inundaba la habitación en silencio. Solté un gruñido perezoso al estirarme. Sin voltear a ver, busqué el cuerpo de Jumin con mis manos, pero éstas no lo encontraron. Me fijé y comprobé que estaba sola en la cama.

¿Es que nunca podré despertar antes que Jumin?

Me hubiera gustado verle dormir. Ese es un Jumin que no había visto aún. Vi el reloj digital en la mesita de noche. Eran cuarto para las siete. Temprano. Recordando la rutina de Jumin, la que compartía en el chat de la RFA, sabía que no se iba a la oficina hasta las ocho de la mañana, después de haber desayunado.

Salté de la cama, me puse las pantuflas y salí en su búsqueda. Entonces le escucho cuando entraba al salón.

― Buenos días, cariño. ― me saludó.

Vestía pantalones de chándal negros y una camiseta gris con manchas de humedad en el pecho. Había sudado bastante. Su cabello estaba más que rebelde y húmedo. Sonreía jovial mientras se acercaba a mí. Yo me quedé hipnotizada. Era lo más informal que le había visto... Y se veía glorioso.

Me sacó del transe al tomarme de la mandíbula y besarme los labios.

― Buenos días. ― logré decir.

Él notó el efecto que ejercía sobre mí y se le notaba satisfecho.

― ¿Llevas rato despierta?

― No. Apenas desperté. ― vi que llevaba una toalla colgada en el hombro. ― ¿Entrenas?

― Lo hago. El edificio cuenta con un gimnasio.

Desde luego que sí.

― No me habías dicho que entrenabas.

― Bueno, es que cuando suelo entrenar tú aún sigues dormida.

― Ya veo. ― dije atontada. No podía dejar de verlo. Parecía más joven así.

― ¿Dormiste bien?

Pero mi habilidad para unir palabras en una oración se atrofiaba al verle tomar la toalla de su hombro y llevársela a la cabeza para frotar su cabello en ésta.

― ¿Eh? ― se me salió decir.

― Aún no despiertas, Danny. ― levantó la otra mano y me dio palmaditas con ella en la cabeza. ― Ya pedí el desayuno. No tarda. Iré a ducharme mientras, ¿me esperas?

― Claro.

― Luces muy guapa así.

― ¿En pijama?

Reprimió las ganas de reír, se inclinó un poco para susurrar:

― Despeinada.

Me dedicó una sonrisa deslumbrante de dentadura perfecta antes de ir a la habitación.

A tientas descubrí que mi cabello estaba hecho un desastre y como pude me lo arreglé con los dedos.

Quince minutos después, las puertas de la entrada se abrieron y un hombre de traje entró llevando consigo una bandeja de cocina. Se percató de mi presencia en la sala, por lo que se inclinó a modo de saludo formal antes de marcharse.

Jumin apareció pocos minutos después. Se había puesto un traje gris Oxford a tres piezas, camisa de botones blanca y corbata color vino, y ambos nos dirigimos al comedor a por nuestro desayuno.

― Odio la idea de dejarte sola. ― me dijo cuando terminó lo de su plato. Desayunamos bagels de huevo y queso, jugo de manzana y café.

― Estaré bien. ― insistí. Yo aún no había termino mi bagel.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora