Primer encuentro

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Vestía un traje gris Oxford, de tres piezas, una camisa blanca y corbata de un tono gris más oscuro. Tenía el cabello negro, más largo de lo que me había imaginado, pues el flequillo le cubría parte de la frente, un poco el ojo izquierdo.

Estaba sosteniendo uno de los libros de mi padre en sus manos y noté lo finas que estas eran. Tenía dedos largos y níveos, y muñecas delicadas. Su semblante era apacible y mantenía una postura recta mientras examinaba el contenido del libro.

Dios, sí que es alto.

Probablemente me sacaba más de una cabeza de diferencia.

Él levantó la vista del libro y posó sus ojos grises en mí.

Mis pulmones se quedaron sin oxígeno por un segundo. No denotaba interés alguno sobre mí. De hecho, parecía haberle molestado el que yo entrara.

― ¡Cariño! ― me recibió mi padre al levantarse de su lugar y caminar hacia mí. Su fuerte abrazo me hizo volver a la realidad. ― Tu madre creyó que no vendrías. Debió sorprenderse cuando te vio.

Correspondí a su abrazo y escondí el rostro en su pecho. Padre siempre ha sido cariñoso conmigo. Respiré su perfume y sonreí. Roble y limón. No quería soltarlo. No solo porque lo extrañaba, sino porque gracias a su abrazo me ocultaba de la vista de Jumin.

Dios mío. Esta es una mala pasada. ¿Por qué de entre tantas personas Jumin se encuentra conmigo en la misma habitación?

Nos separamos un poco, él aún mantenía sus manos en mis hombros y me veía con esos ojos cansados. Su cabello se veía algo más canoso a lo que yo recordaba de cómo era la última vez que nos vimos, era más alto que yo aun cuando mantenía la postura un poco encorvada. Vestía un traje de tres piezas de color marrón oscuro.

― Feliz cumpleaños, padre. ― traté de sonreír.

Vi de reojo a Jumin, quien le dedicaba una fulminante mirada al hombre que permanecía sentado.

― El mejor regalo que me pudiste haber dado es venir a visitar a tu viejo.

Volví la vista a mi padre. Se veía genuinamente feliz de verme.

― Perdón por no estar en contacto.

― Cualquier cosa se le perdona al rostro más dulce de todos. ― me dice y yo me sonrojo. ― Ven, deja te presento a unas personas. ― colocó su mano en mi espalda y me encaminó hacia donde estaban esas "Personas". Me encontré con la gélida mirada gris de Jumin. Padre me presentó primero al otro hombre. ― Mire, presidente Han, esta es mi hija menor, Kim Danielle.

Era el padre de Jumin, el presidente de C&R, un hombre mayor, probablemente en sus sesentas, su cabello era plateado debido a las canas y lucía un lujoso traje de tres piezas color negro, camisa blanca y corbata roja. Me dedicó una pequeña sonrisa torcida a la cual respondí con una reverencia.

― Es un gusto verte, jovencita. ― me dice el Sr. CEO e inclina la cabeza en forma de saludo.

― También es un gusto para mí, presidente Han. ― saludé e hice una reverencia.

― Danielle, él es el hijo del presidente Han. ― continuó mi padre, indicando con un gesto en dirección a él. ― Jumin, te presento a mi princesa.

Su piel era inmaculada. Sus rasgos faciales eran rectos y perfectos. Un rostro tan armónico, como el de un actor famoso. Mantenía su postura rígida. Físicamente imponía, aunque no por un cuerpo musculoso o tosco, ya que se le veía una figura estéticamente perfecta debajo de ese elegantísimo traje sastre.

― Es un placer conocerla. ―dijo Jumin de una forma tan propia mientras me dedicaba una reverencia.

Mi corazón estaba a mil por hora. Agradecía que mi padre me sostenía de la cintura, por lo que el miedo de caer se disipaba un poco.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora