Mint Eye

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De los pocos recuerdos que tengo de mi infancia, en los que pasaba las tardes con Ava, lo primero que se me viene a la mente es cuando tenía ocho años; ella solía vestirme con vestidos de tul y colores pasteles, cuando ya era lo suficientemente mayor para usarlos.

A ella le encantaba verme como una princesa.

Me colocaba frente a ella para peinar mi largo cabello. Recuerdo las cosquillas que me provocaban sus dedos escurriéndose entre mi cuero cabelludo, rozando mi nuca.

Rika hacía justo eso.

Me había vestido a su gusto, aunque no era la primera vez que usaba algo de sus pertenencias. Se sentó tras de mí, sacó un peine y comenzó a trabajar en mi cabello. Mechón tras mechón.

― Mira esos rizos. ― dijo más para sí, absorta en mi cabello.

Yo no dije nada.

Después de aquello que dijo sobre Jumin, me sentía tensa y angustiada.

Mi cuerpo aún se encontraba débil.

No me di cuanta de cuándo dejó de peinar mi cabello, cuando sentí sus manos sujetando mis hombros y su aliento en mi oído al susurrar:

― Danny, se te ve ansiosa. ― lo dijo con falsa preocupación. ― Debió ser lo que dije hace rato. ― posó el mentón en mi hombro y comenzó a acariciar mis brazos. ― Déjame decirte que no te lo dije con esa intención. No pretendo herirte ni perturbarte, no es lo que yo hago.

― No me heriste. ― dije al fin, agradecida de que mi voz no temblase. ― Jumin es un gran hombre. Sería ilógico que tú no te hubieras dado cuenta de eso. Eres de las pocas personas que lo conocen en verdad.

― Tienes razón. ― dijo acurrucándose en mi hombro. ― Hubo un tiempo en que solo yo entendía a Jumin. Solo yo de entre todo el mundo.

Me punzó el corazón.

― Entonces. ― continuó. ― Si no es por Jumin, ¿qué te tiene tan tensa? Te he dicho que no te lastimaré.

― V...

Rika resopló, apartándose de mí y poniéndose de pie. La vi acercarse a un tocador, donde abrió el primer cajón.

― ¿Qué pasa con él? ― preguntó con voz tensa y sin siquiera voltear a verme.

― Sé que está aquí, pero ¿está bien?

― No hay necesidad de preocuparse por él. ― me devolvió la mirada, inexpresiva. ― Él está aquí por su propia voluntad, por si crees que yo lo he retenido.

Sacó un tarro de crema y volvió a la cama, sentándose frente a mí.

― ¿Sabes algo sobre mí y V? ― preguntó al abrir el tarro.

― Un poco.

― Por supuesto. ― se le escapó una sonrisa melancólica. ― Has iodo hablar de nosotros por parte de los miembros de la RFA, supongo.

Sacó con dos dedos una buena cantidad de crema y comenzó a expandirla entre sus palmas, para luego pasarla por mis brazos adoloridos.

Sentí una sensación de alivio y frescura al contacto de sus manos níveas y aquella crema reparadora.

― Siempre creí que él sería mi sol. Ideal, eterno... el corazón de luz que nunca me iba a traicionar. ― sus ojos buscaron los míos. ― Y él era realmente como el sol. Siempre fue amable y gentil, y me hizo todo lo que quería.

― Si lo de ustedes fue tan intenso y mutuo, ¿por qué parece haber rencor en tus palabras?

― V afirmó que su amor eterno resolvería todo. ― su mirada se endureció. ― Pero no fueron más que ideales. Lejos de la realidad.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora