Tobillo frágil

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― Sr. Han. ― volví a llamarle mientras caminaba de vuelta al jardín, pero no me hacía caso. Se mantenía con la vista al frente. ― Me encuentro bien.

Aunque, estar en sus brazos no se sentía para nada incomodo. Eran fuertes y sostenían mi cuerpo sin ningún problema. Su torso se sentía duro.

Al parecer Han Jumin se ejercita.

Nos encontramos con una mujer joven de cabello corto castaño y anteojos que nos esperaba en el jardín. Elizabeth III se encontraba en sus brazos.

― Asistente Kang, permanezca aquí con Elizabeth III. ― le ordenó Jumin. ― Llevaré a la Srta. Kim a su habitación.

No podría decir qué había dejado más estupefacta a la pobre de Jaehee; que Jumin tenga en sus brazos a una mujer o el hecho de que planeaba llevarla a su habitación. Pensar en eso me puso más ansiosa. No pude evitar ocultar el rostro en el pecho de Jumin.

Oh, Jaehee. Qué forma tan extraña de conocernos en persona.

No escuché la respuesta de Jaehee.

Sentí como Jumin se ponía de nuevo en camino con paso firme hasta llegar al salón principal.

― ¿Es en el segundo piso? ― me preguntó.

― No. ― eché un vistazo al lugar, sin dejar de esconderme en su pecho. En el salón puede pasar cualquiera de los invitados y vernos así. ― Es por aquel pasillo. ― le señalé con el dedo.

Siguió mi indicación.

Mi antigua habitación era la última de aquel pasillo.

Jumin entró a la habitación con cuidado de no hacerme daño al pasar por el marco de la puerta y caminó directo a mi antigua cama. Me sentó en el borde de ésta y se arrodilló frente a mí.

Me sorprendió verle hacer eso.

― ¿Puedo? ― se refería a mi pie. Yo asentí un poco nerviosa y el comenzó a levantar levemente mi pie izquierdo, por lo que se me escapó un pequeño sobresalto. ― Srta. Kim, no tiene nada de qué preocuparse. No le haré nada inapropiado. Trato de hacerme responsable de usted por mi mala conducta de hace un momento.

― Ya le dije que no me pasó nada. ― dije entre dientes, pero en cuanto tocó mi tobillo no pude evitar quejarme.

― Esto no parece ser "nada". ― puntualizó molesto.

Él sostenía mi tobillo, con mucho cuidado y ligeramente levantando mi pierna. Lo estaba inspeccionando meticulosamente mientras con su mano libre comenzaba a hacer un poco de presión, lo suficiente para encontrar el punto central de mi molestia.

Viéndolo desde esa posición me resultaba bastante erótico. Se veía tan concentrado en mi tobillo que no se había percatado de como levantaba mi pierna y que, a su vez, levantaba el vestido y exponía mis muslos.

Me dieron vergüenza mis pensamientos, Jumin de ningún modo me vería de la forma en que yo lo estaba viendo en ese momento. En su mundo no había lugar para las mujeres, salvo Elizabeth III.

― Sr. Han... ― dije con un hilo de voz tan débil que apenas se pudo escuchar.

El levantó la vista y entonces pudo notar en la postura en que me encontraba. Me sentía completamente expuesta, intenté cubrirme el rostro con una mano mientras que con la otra intentaba jalar el vestido y cubrir mis piernas ligeramente entreabiertas.

Me sentía al borde.

― ¿Danielle? ― escuché que una voz me llamaba desde la entrada. El hombre parado ahí se veía perplejo. Vestía camisa blanca, chaleco y pantalones de vestir azul rey a juego. Sus ojos pasaban de mí a Jumin, y viceversa. ― Han, ¿qué le haces a mi hermana?

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora