El vestido dorado

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Jumin se tumbó en la cama, arrastrándome junto a él y envolviéndome en sus fuertes brazos. Yo solo veía embelesada el rostro de aquel hombre tan guapo.

― Tenemos que salir a reunirnos con nuestros padres. ― susurró.

Yo no quería separarme de él un solo segundo más. Si pudiera haber pedido un deseo en ese momento, sería el poder congelar el tiempo. Estar entre sus brazos era mi lugar seguro.

Acaricié su mejilla.

― Aún no quiero. ― susurré con voz tímida.

― Mi pequeña, Danny. ― sus ojos se enternecieron por la sinceridad de mi comentario.

Se estiró para alcanzar mis labios y darme un beso casto.

― Hoy vienes conmigo a casa. ― anunció.

― ¿Eh?

― Tenemos que viajar a Gangneung para la fiesta de Caroline, es un trayecto de casi cuatro horas en auto. ― Jumin se incorporó, quedando sentado al borde de la cama. Me coloqué junto a él. Recogió la ropa en el suelo. ― La fiesta se hará en un yate mañana por la noche, pero aprovecharemos el fin de semana y nos quedaremos allá un par de días. Así que tenemos que pasar primero por nuestros atuendos para la gala. Ya están listos en la boutique.

― Está bien. Debo decirles a mis padres antes y... ― comencé, pero su mirada me decía que ya no era necesario avisarles. ― Ya lo hiciste tú.

Sus labios se curvearon.

― Anda. ― me dio mis pantis en la mano. ― Mi padre quiere ver a mi futura esposa.

***

― ¡Ahí están! ― exclamó mi madre con entusiasmo.

Mis padres, Taeyang y el Sr. Han se encontraban sentados en los sillones del salón principal. Interrumpieron la charla que mantenían en cuanto mi madre anunció nuestra llegada.

Mi mirada se encontró con la de Tae y, apelando a la fonomímica, articulé un "¿Ok?", queriendo saber si se encontraba bien. Él se limitó a sonreír y levantar el pulgar.

― Lamento la demora. ― dijo Jumin.

Él me tomaba de la mano y con suavidad rozaba el pulgar sobre mis nudillos. Los tres hombres se pusieron de pie, pero fue el Sr. Han quien se acercó a nosotros para recibirnos.

― He aquí, la joven que se robó el corazón de mi hijo. ― dijo a borbotones, sosteniendo mi mano y dándole palmaditas.

― Sr. Han. Que gusto verle de nuevo. ― me incliné para saludarle y le dediqué mi sonrisa más honesta.

― Oh, querida. No hay que ser tan formales. Después de todo, eres mi muy apreciada nuera.

Me sonrojé y sonreí con timidez.

― Padre, no abrumes a mi novia. ― le reprendió Jumin, sutilmente.

― Tranquilo, hijo. No haré nada para espantarla. ― le respondió, aunque seguía centrando su atención en mí, dedicándome una sonrisa afable. ― ¡Hasta que por fin has encontrado a la mujer indicada! Y es una joven tan bella.

― Me alaga. ― musité.

― Mi niña. ― apoyó una de sus manos en el hombro de Jumin. ― No saben lo feliz que me hacen. Y a tu padre, ¿no es así?

― Desde luego. ― vitoreó mi padre, alzando las cejas y esbozando una sonrisa. ― Una amistad de tantos años entre nuestras familias y es hasta ahora que nos haremos una sola.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora