Rutina

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Había olvidado cuándo fue la última vez que soñé con mi yo de la infancia. Otra vez me estaban regañando por no entender nada de lo que enseñaban en la clase. Era difícil para mí entender a la maestra cuando el idioma en el que daba la clase no era con el que me habían criado mis primeros años.

Siempre fui buena en clase, pero cuando tuve que mudarme, el idioma fue mi tortura el primer año. Eso en todas las materias, a excepción de matemáticas y arte. Ahí siempre fui excelente, sin importar de en donde estuviese.

¿Por qué sueño ahora con esto?

En mi sueño era mi yo de ocho años en mi pupitre. El salón estaba completamente solo. Podía escuchar a los niños jugando en el patio de recreo. Y el profesor estaba de espaldas frente a mí, escribiendo algo en el pizarrón.

"No olvides por qué te he traído hasta aquí"

Sé que lo leía en mi sueño, pero no era mi voz la que resonaba. Era una voz masculina. El profesor le dio un golpe a la pizarra y me desperté de un sobresalto, antes de si quiera verle el rostro.

Estaba sola en la cama, en ese solitario apartamento. Las luces estaban apagadas. A pesar de haber ajustado la temperatura en el sistema de aire acondicionado, hacía un frío que calaba los huesos.

Y había un aroma dulzón que no percibí nunca en mi estadía en este lugar.

El ventanal estaba abierto, de ahí provenía el aire helado que erizaba mi piel. Me puse de pie y caminé hasta él. El cielo estaba tan oscuro, siempre es más oscuro cuando está cerca el amanecer.

Cerré el ventanal y puse el seguro para que no volviese a abrirse de nuevo. Entonces noté algo extraño en el reflejo.

Me podía ver a mí, por supuesto. Pero había alguien más de pie tras de mí. Dentro de la habitación. Mi cuerpo se tensó de inmediato, no podía moverme. Mis ojos no podían apartarse de aquel reflejo. No podía distinguir quien estaba de pie ahí.

― No olvides por qué te he traído hasta aquí.

Me dijo la misma frase escrita por el profesor, con la misma voz que resonaba en mi cabeza.

La alarma de mi celular me arrastró de vuelta a la realidad. Al parecer seguía soñando con aquella persona en el apartamento, aunque el olor dulzón permanecía en el aire.

Me fijé en el ventanal y estaba abierto, igual que en mi sueño. Lo único que se veía a través del cristal era el cielo tiñéndose de color azul por la mañana.

Me estiré para tomar mi celular y apagar la alarma.

Ese extraño sueño solo era por el cúmulo de acontecimientos y emociones nuevas para mí. Me encontraba en el apartamento de una difunta mujer, encerrada gracias a un extraño que quería que conociera a un grupo de personas desconocidas.

Agradecía profundamente que los miembros de la RFA resultaran ser unas buenas personas.

Esperaba no volverme loca para antes de la fiesta.

Ya habían pasado cinco días desde que empezó toda esta aventura. A pesar de que he estado encerrada todo este tiempo, no me he aburrido. Trato de mantenerme activa.

Normalmente inicio el día muy temprano por la mañana, por lo que me desperezco rápidamente y decido ponerme en marcha.

Los únicos despiertos a estas horas son Jumin y Jaehee, por lo que siempre les doy los buenos días en el chat. A Seven toca desearle dulces sueños ya que el mantiene más una vida nocturna, y es por la mañana cuando va a dormir.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora