La fotografía

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Cuando volví a la recepción ya era la hora del brindis. Mi padre, madre y hermano se encontraban en las escaleras frente a los invitados así que me uní a ellos. Honestamente no le presté atención al discurso que dieron, me dolía mucho el tobillo y tenía que permanecer de pie y usando tacones.

Me sentía algo sofocada, fijé la vista en el pequeño grupo de invitados. Gente desconocida para mí, con las copas levantadas y sonriéndole a mis padres. Y entre ellos se encontraba Jumin. A diferencia del resto, no veía a mis padres mientras sostenía en alto su copa de Champagne, sino que me miraba a mí.

Apreté los labios y le fruncí el ceño, lo que resultó en una mueca infantil y para mi sorpresa él me sonrió.

Le sonreí tímida y desvié la mirada. Tuve que concentrarme en el grupo de invitados para no volver a fijarme solo en él. Era consciente de que me mordía el labio solo de los nervios que me daban al sentirme observada por Jumin.

Necesité de la ayuda de mi hermano para poder andar sin apoyar todo mi peso en el tobillo mallugado.

Para mi desgracia, a la hora de servir la comida, la distribución de las mesas era la siguiente: Seis mesas redondas en las que cabían perfectamente nueve personas. Cada mesa, con mantel de seda blanco y un centro de mesa con las iniciales de mi padre y un cincuenta enmarcados en una placa dorada. En mi mesa se encontraban mis padres y Taeyang, por supuesto; también dos hombres mayores, que parecían ser amigos de mi padre; y Jumin acompañado de su padre y una mujer, que suponía era la pareja del Sr. presidente.

Tenía a Jumin sentado frente a mí. Intenté ignorarle con todas mis fuerzas, aunque no tenía una excusa en la cual centrar mi atención. Gracias a Dios, Taeyang entabló una conversación con él la mayor parte del tiempo.

― Entonces, Srta. Kim, ¿cómo es América? ― me preguntó la novia del Sr. CEO.

Choi Glam. Una mujer atractiva de tez pálida, cabello castaño y ojos coquetos. Pude reconocerla por un par de novelas en las que ella trabajó como actriz.

― Es muy... diferente a Corea. ― le expliqué. ― Hay mucha diversidad de culturas.

― Me imagino que volver a Corea fue un shock para ti. Conociste a muchas personas allá, de diferentes nacionalidades, gente bronceada. Y vuelves aquí...

Si esta mujer supiera... Pero la pobre solo quería ser amable y sacarme conversación.

― La verdad es que en dónde yo viví no había mucha gente bronceada.

― ¿Ah sí? ¿Dónde dices que viviste?

― Seattle.

― Ah, ya. Tengo el estereotipo de la gente en California.

Me encogí en hombros.

Noté la mirada de Jumin sobre mí y me dio un brinco el corazón. Tomé mi copa con jugo para disimular mi nerviosismo.

― ¡Ay, que lindos tus ojos! No dejo de verlos. ― me vuelve a hablar Glam.

Fue un gran logro para mí no derramar el jugo.

― Gracias. ― asentí.

Vi que Jumin la fulminaba con la mirada mientras mi hermano le hablaba, pero ella ni siquiera lo había notado.

La hora de la comida terminó. Mi madre y la novia del Sr. CEO fueron a otra mesa a conversar con un grupo de señoras pomposas. Mi padre y los otros hombres fueron al despacho, y Jumin seguía en la mesa en su conversación con mi hermano.

Quería irme de ahí, pero no podía hacerlo por mí misma. Temía perder el equilibrio y dañarme más el tobillo.

― Srta. Kim. ― me llamó alguien tras de mí.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora