Su pequeño secreto

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― ¿Es por el asunto de los paparazis? ― pregunté. Seguía sentada en la mesa y él se había puesto de rodillas frente a mí para ponerme los tacones.

― Eso y la razón de mi viaje.

― ¿No era un viaje de negocios?

― No, Danny. ― se puso de pie nuevamente frente a mí, colocándose entre mis piernas. ― Fui a hablar con el padre de la Srta. Rachel para cancelar formalmente el acuerdo de compromiso entre ella y yo.

Así que fue esa la razón de su viaje... ¿Y aun así Rachel quiere seguir con eso?

― ¿Cómo te fue con eso?

― Hablaremos de eso en mi casa.

― Acabo de hablar con Rachel y tu madre.

― ¿Qué? ¿Dónde?

― Abajo donde el desayuno.

― ¿Qué te dijo? ― parecía algo molesto, pero no conmigo. ― ¿Sabes?, hablemos de eso en mi casa.

― No puedo ir contigo ahora. Vine con mi madre. Además, seguro tienes trabajo pendiente en C&R.

― Tu madre entenderá. Y la asistente Kang se está haciendo cargo de los asuntos en la oficina. ― dijo con voz inexpresiva.

― De todas formas, seguro hay asuntos que requieren tu atención en la oficina.

Me veía fervientemente y suspiró después de un rato.

― ¿Qué te parece reunirnos a la hora de la comida? ― insistió. ― Te llevaré a un lugar bonito, donde podamos hablar con calma.

― Me parece. ― accedí. Me puse de pie con la ayuda de Jumin. Las piernas me habían dejado de temblar, aunque no confiaba en haber recuperado todas mis fuerzas. ― Pero después de comer tengo que volver a mi apartamento.

― Prefiero llevarte conmigo.

― Tengo cosas por hacer, no puedo quedarme todo el tiempo en tu penthouse. ― traté de hacerle entrar en razón. Él asintió de mala gana. ― Necesito pasar al baño.

― Está en aquella puerta. ― me indicó.

― Bien, ya vuelvo.

Caminé hasta la puerta que me había dicho, sin volver la vista, y me encerré en un baño amplio. Me coloqué frente al lavamanos y me apoyé de éste. Mi reflejo era un desastre. Gracias a Dios no había usado mucho maquillaje, como siempre, pero mi cabello estaba revuelto. La blusa se había desfajado un poco y la falda se había descolocado.

Mientras arreglaba mi desastre, no podía evitar pensar en lo que acababa de pasar. Había sido increíble. Mis miedos desaparecieron y por un momento solo existió placer. Me había perdido de todas esas sensaciones toda mi vida. Y Jumin... Jumin era un adonis. Tan elegante, guapo y refinado. Y en esos momentos de intimidad se convertía en un hombre lujurioso y lleno de deseo.

¿Quién diría que el joven Heredero de C&R era un pervertido?

Mi reflejo me sonreía como tonta.

Cuando salí del baño, Jumin ya me esperaba apoyado en la mesa. Había arreglado el desastre que le había dejado en su traje, ya no había ni una sola arruga, se veía perfectamente peinado y sin una gota de sudor.

Él me sonrió. Y por un momento me le quedé viendo como idiota. Vestía uno de sus habituales trajes negros de tres piezas. Extendió hacia mí una mano y yo caminé hasta él para alcanzarla. Me atrajo a su cuerpo y rodeó mi cintura con sus brazos.

― En serio quiero llevarte conmigo. ― me dijo, apoyó su frente en la mía, aunque seguía viéndome con ojos tiernos.

― Debes volver al trabajo. ― acaricié sus antebrazos. ― Nos veremos esta tarde.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora