Danny y el Conejo Pelirrojo

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Me encuentro sumida en un estado de profunda desorientación, y siento como si estuviera atrapada en una pesadilla, donde mi cuerpo ya no me pertenece. Todo se vuelve oscuro, mis párpados son pesados, imposibles de levantar.

Quiero gritar, pero el dolor en mi garganta es insoportable, como si hubiera gritado hasta desgarrarme las cuerdas vocales.

El sonido rítmico de la máquina monitoreando mis signos vitales es lo único que me ancla a la realidad, pero ese pitido constante me aterra. Estoy consciente de estar en un hospital, pero todo está oscuro, mis ojos siguen cerrados, y no puedo abrirlos.

Mi conciencia se desliza en un vaivén inquietante, desapareciendo en lapsos de tiempo que no puedo medir. Podría estar atrapada en las sombras durante una hora, o tal vez sean días enteros; no lo sé.

Cuando finalmente vuelvo a la superficie, solo registro murmullos vagos, voces lejanas que no puedo comprender del todo.

Fragmentos de los últimos acontecimientos empiezan a aparecer como proyecciones a través de mis parpados cerrados.

Recuerdo el humo, espeso y asfixiante, llenando mis pulmones cada vez que intentaba respirar. La oscuridad lo envolvía todo, y en medio de ella, el rostro de Saeran, tan cerca del mío. Su expresión era una mezcla de angustia, enojo y rabia. Sus ojos me perforaban, llenos de dolor, mientras me gritaba algo. 

"Tú lo elegiste"

Esas palabras resuenan mi cabeza, cargadas de reproche. Pero antes de que pudiera procesar lo que sucedía, todo se desvaneció, sumiéndome en la oscuridad.

Esta vez no me perdí en las tinieblas como en otras ocasiones. 

Esta vez, tuve un sueño. 

Me veía a mí misma, reflejada en el agua bajo el puente donde me encontraba. Pero no era mi yo actual, era más pequeña. 

Podría jurar que tenía menos de ocho años, porque reconocí el vestido que llevaba puesto. Era parte del guardarropa que tenía en la mansión de mi familia, antes de que me llevaran a vivir al extranjero.

En el reflejo del agua, me veo a mí misma como una niña pequeña, con un vestido azul pálido que se mece suavemente con la brisa. Mis piernas están cubiertas con medias blancas, y en mis pies llevo zapatitos rojos que brillan con un color vibrante.

Esa imagen, tan clara y vívida, me hace sentir una mezcla de nostalgia y desconcierto, como si estuviera reviviendo un recuerdo.

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en el parque al que mi familia solía asistir para eventos de sociedad. El lugar es tan familiar, con sus caminos bien cuidados y jardines llenos de flores. 

Mientras mis ojos recorren el parque, se detienen en una maraña de cabellos rojos. La visión de ese cabello me resulta inquietantemente familiar, y mi corazón late con fuerza. La figura se vuelve más clara, y la sensación de reconocimiento se mezcla con el miedo y la ansiedad.

Es un niño llorando.

De repente, el sueño se transforma en un torbellino de imágenes vívidas.

Me encuentro corriendo entre los campos de flores. Estoy en busca de aquello que llamó mi atención, movida por una fuerza que no puedo explicar. 

Corro hasta adentrarme en una parte del parque en la que jamás había estado antes, donde los árboles se vuelven más espesos y los arbustos, más robustos, creando un ambiente denso y casi impenetrable.

Sigo corriendo, mientras la maraña de cabellos rojizos se mueve delante de mí, guiándome hacia un destino desconocido.

El sueño comienza a perder sentido, desvaneciéndose en un caos de imágenes borrosas. Pero no pasa mucho tiempo antes de que todo vuelva a cobrar claridad.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora