Agobiada

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― ¿En verdad crees que vas a chantajearme con eso? ― me sentía dolida. ― Así sea que fueras a pedirle de rodillas que te del dinero, jamás se lo permitiría.

― No quise decir eso. Estoy desesperada.

Si se le veía la desesperación en esos ojos azules y llorosos.

― No puedo ayudarte.

― No puedes dejarme sola en esto. Eres mi hija, mi única familia.

― ¿Familia? ― levanté la voz y eso le hizo dar un par de pasos hacia atrás. ― ¿Tu hija? Te refieres a que ser mi madre significa no estar en los primeros años de mi vida. Que cuando por fin te dignas a conocerme sea solo para sacar provecho y pasar mi adolescencia entre hombres desconocidos, viajes y alcohol en vez de con tu hija. ¿Eso es ser una madre? ― las lágrimas estaban comenzando a salir de mis ojos furiosos. ― ¿Dónde estabas cuando yo te necesité? Cuando aprendí a andar en bicicleta o en mis cumpleaños. ¿Por qué me dejaste sola? ¿No se supone que eres mi verdadera mamá?

Ava se me quedó viendo, ella también estaba por soltarse a llorar. No sabía si era por sentir culpa o miedo después de todo eso que le grité. Sentía la cara caliente y mis orejas me zumbaban.

― Sé que no fui la madre adecuada para ti. Debes entender las razones de mi ausencia. Sabes que al inicio me apartaron de ti. Todo fue culpa de Seong-Ji, ella decidió que vivieras con ella en lugar de conmigo.

― No intentes justificarte. ― mis palabras me sabían amargas. Guardaba un enorme rencor hacia ella, por no interesarse en mí. Por no luchar por mí. Pero seguía siendo mi madre biológica, a fin de cuentas. ― No voy a pedirle ayuda a Jumin, porque no lo vales.

― Soy tu madre.

― No tienes que repetirlo. Yo sé quién es mi madre. ― la fulminé con la mirada. ― Su nombre es Kim Seong-ji. Tu solo eres quien me trajo al mundo. Pero descuida, no voy a dejarte desamparada como lo harías tú conmigo. Veré el modo de conseguir el dinero, al menos una parte.

― ¿Cómo lo harás?

― Trabajando, pero tal vez no sepas que es eso.

― Eres muy cruel conmigo.

― Te llamaré cuando consiga el dinero. ― caminé hacia la salida. ― Hasta entonces, no me causes problemas, Ava.

― Me alegró verte, mi pequeña princesa. ― la escuché decir, pero no volví la vista a ella.

***

Después de salir de la casa de Ava caminé alrededor de media hora, sin rumbo fijo. Solo caminaba con la vista fija al frente, con mis ojos hinchados y mi nariz enrojecida. Tenía esa extraña sensación de ser observada, pero estaba tan frustrada que me daba lo mismo.

No quería llegar al apartamento con mis amigas y que me vieran así. Sabía que se preocuparían y preguntarían sin detenerse. A veces eso me estresaba, pero así eran ellas.

No quiero preocupar a nadie ahora.

Me quedé sentada en la parada de autobuses hasta que llegó la ruta que me dejaría cerca del apartamento de Rika.

***

― ¡Hola, Danny! Tiempo sin escucharte. ― se escuchó la voz de Seven del otro lado de la llamada.

― ¿Qué hay? ― dije casi sin ganas. ― Estoy en la entrada del apartamento. ¿Me das la clave?

― Oh, claro. ― dijo, bajando el entusiasmo habitual en su voz. ― Parece que no tuviste un buen día, ¿todo bien?

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora