El penthouse de Jumin

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Me había quedado dormida, y cuando desperté, por un momento no recordé lo que había pasado. Me encontraba en un coche desconocido, rumbo a un destino incierto, y sobre el cuerpo de alguien.

― No hagas eso. ― escuché la voz autoritaria de Jumin cuando intenté apartarme de él. ― No te muevas.

Volvió a pegarme a su cuerpo, colocando cuidadosamente una mano en mi nuca y la otra en mi espalda. Yo tenía el rostro contra su cuello. Sentía su cuerpo tenso debajo del mío, pero aun así quería que permaneciera sobre él.

― Tus pestañas me hacen cosquillas. ― esta vez se escuchaba más gentil. Otra vez intenté bajarme de sus piernas, pero seguía reteniéndome. ― Danny...

― Estamos muy cerca. ― susurré, me dolía la cabeza.

― No quiero incomodarte. ― suspiró. ― Trato de mantener segura tu cabeza después de la contusión que sufriste.

― ¿A dónde me llevas?

― A mi penthouse.

¿Eh?

Esta vez sí pude separarme un poco gracias a lo rápido de mi reacción. Puse mis manos en su pecho y dejé de estar recostada, aunque seguía sentada a horcajadas sobre él. Esto hizo que se molestara conmigo, intentó volver a pegarme a su cuerpo, empujando con sus manos en mi espalda, pero hice fuerza y no lo dejé.

― Danielle... ― resopló. Sus gélidos ojos grises me miraban intensos.

― Quiero volver a mi apartamento. ― dije sosteniéndole la mirada.

― No estás en condiciones. Me ocuparé de ti.

― Yo no te pedí que fueras por mí.

Moverme así de rápido hizo que me mareara y el dolor se intensificara. El interior del coche comenzó a dar vueltas, lo que me obligó a cerrar los ojos por un momento. Él volvió a apoyar mi rostro en su pecho, esta vez acariciando mi nuca.

― Al menos deja que me siente a tu lado. ― no me hizo caso, obviamente.

Después de estar en silencio por unos minutos, entramos al estacionamiento subterráneo de algún edificio. No sabía dónde vivía, pero supuse que en una de las zonas más exclusivas de Seúl.

Me sorprendió lo ágil y fuerte que Jumin podía llegar a ser, ya que salió del coche conmigo encima y sin ayuda de nadie. Su andar era rápido mientras cruzaba el estacionamiento, lo que me ocasionaba mareos y me obligaba a cerrar los ojos.

― Bájame. Puedo caminar. ― le pedí. ― Alguien puede vernos así.

― No tienes zapatos.

Moví los dedos de los pies y comprobé lo que me decía.

Apenas me percaté de cómo iba vestida en ese momento, tenía una camiseta grande y unos shorts. Mi estado de embriaguez había nublado por completo mis sentidos, hasta ese momento fui consciente de las manos de Jumin sosteniendo mis muslos desnudos. También recordé el hecho de que no llevaba sostén debajo de mi ropa, y mis senos se encontraban contra su pecho duro.

No pienses en eso, Danny.

― El doctor Bae lo está esperando, Sr. Han. ― escuché al chofer de Jumin cuando entramos al ascensor.

Permanecí en silencio mientras subíamos de niveles, resignada a que no iba a dejarme andar por mi cuenta. Estuvimos así por un buen rato, supuse que era un edificio alto y que nos correspondía uno de los últimos pisos.

Abrí los ojos cuando nos detuvimos y se abrieron las puertas. Lo único que veía por encima del hombro de Jumin era la pared, conforme él fue caminando me di cuenta de que al momento de salir del ascensor ya nos encontrábamos en el vestíbulo del penthouse.

¿Todo ese piso era exclusivo de Jumin?

Las paredes eran totalmente blancas, y cómo en los museos, exhibían grandes cuadros que reconocí como trabajos se V. El piso también era blanco, pensé en el dolor de cabeza que debía ser mantenerlo tan pulcro.

Escuché cuando se ingresó un código, en lo que supuse era un sistema de seguridad, como el mío en el apartamento. Ya que me encontraba dándole la espalda, por cómo era cargada, no podía ver lo que Jumin veía frente a él.

Jumin avanzó en cuanto se escuchó abrirse una puerta, entonces entramos al salón principal del penthouse. Seguían siendo paredes y pisos blancos, aunque no pude fijarme en los detalles de la decoración, ya que Jumin volvió a andar apresuradamente y yo comencé a marearme, por lo que cerré los ojos.

― Sr. Han. ― escuché a otro hombre saludar, pero no quise abrir los ojos para ver de quien se trataba. ― Buenas noches.

― Doctor Bae, buenas noches. ― saludó Jumin. ― Acompáñeme a la habitación.

― Después de usted. ― contestó el doctor.

Permanecí con los ojos cerrados mientras él andaba. Escuché otra puerta abrirse, y después de eso, Jumin me colocó sobre lo que supuse era una cama. Yo dejé de rodear su cadera con las piernas y su cuello con mis brazos, pero seguía sin querer abrir los ojos.

― Danny, el doctor Bae vino a atender tu herida. ― dijo cerca de mi oído, sentía su respiración en mi cuello. ― Puedes abrir los ojos.

Obedecí y lo primero que me recibió fue una luz, que en mi estado de embriaguez resultó molesta para mis ojos. Entonces el rostro de Jumin entró en la periferia de mi vista, bastante cerca de mí. Se encontraba sentado a mi lado e inclinado sobre mí, su rostro cerca del mío. Con sus dedos recogió mechones rebeldes en mi frente y los colocó detrás de mis orejas.

Por una razón me resultó algo dulce.

― Estaré aquí cuidándote. ― susurró para luego ponerse de pie y darle oportunidad de atenderme al doctor.

Reconocí al hombre acercándose a mí, se veía de algunos cuarenta años, cabello negro y ojos amables.

― Buenas noches, Srta. Kim. ¿Me permite? ― me preguntó. No sabía a qué se refería, pero asentí. ― Veamos.

Después de valorar la gravedad del golpe, el doctor Bae nos confirmó que no era algo de qué preocuparse, no ocuparía puntadas, pero debía tener ciertos cuidados. Limpió meticulosamente la pequeña cortada y la cubrió con un parche para que no se infectara.

― Son los medicamentos que debe tomar, sus horarios y los cuidados que debe recibir. ― le dijo el doctor a Jumin, entregándole una pequeña receta médica. Se encontraban de pie frente a la puerta. ― Como le decía, afortunadamente el golpe no fue tan serio.

― Gracias, doctor Bae. Haré que surtan la receta.

Yo me encontraba sentada en la cama, apoyada en el respaldo de ésta y viendo a los dos hombres hablando de mí sin siquiera invitarme a la conversación. Seguía doliéndome la cabeza, pero ya no sentía sueño.

― Entonces me retiro. ― dijo el doctor a Jumin, después se dirigió a mí. ― Recupérese pronto, Srta. Kim.

Solo asentí.

― Mi jefe de seguridad lo acompañará a la salida. ― le dijo Jumin, abriéndole la puerta de la habitación y el doctor se marchó.

Nos quedamos solos en la habitación. Él permanecía de pie frente a la puerta, leyendo el contenido de la receta. Después de un rato, caminó en mi dirección y se sentó a un lado de mí en la cama.

― Ahora tú y yo vamos a hablar. 

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora