¿Sabes?, el azul es tu color

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Ya eran las dos de la tarde.

Rodé hasta el otro extremo de la cama, arrastrando la sábana conmigo para poder cubrirme con ella una vez me pusiera de pie, pero Jumin me lo impidió, tomando el otro extremo con fuerza.

― ¿Qué pasa? ― pregunté.

Permanecía acostado de lado, él ya tenía un bóxer y el albornoz que yo me había puesto para desayunar, y se veía tremendamente sexy en esa posición y con su cabello negro alborotado. Me sonreía con malicia.

― Tú dime. ― se burló.

― Debo vestirme. ― le dije. Halé de nuevo de la sábana, pero él no la soltaba. ― Jumin... ― le reñí.

― Adelante, Danny. ― no pudo ocultar su expresión divertida. ― En mi closet está tu ropa.

― Suelta la sábana.

― ¿Por qué?

― Porque no quiero que me veas. ― mi infantil rostro y mejillas sonrojadas no eran suficientes para que él se apiade de mí.

Se echó a reír.

― No tienes que avergonzarte, Danny. ― se incorporó para acercarse a mí y besar mi frente. ― Eres hermosa.

Le doy un golpecito en el pecho y él solo se echó a reír. Se le veía contento y eso me hacía feliz.

Solté la sábana y le di rápidamente la espalda. Sabía que me veía detenidamente, pero traté de no pensar en ello. Abrí el closet y vi mi ropa colgada en un gancho. La tomé y me apresuré a entrar al baño.

Sentía mi cuerpo diferente.

¿Son mis caderas?

Quizá sea una forma anticuada de pensar, pero, me sentía más mujer que nunca. No era más una niña. Me entregué a un hombre maravilloso. Me hizo el amor con gentileza y con llameante deseo.

No lo sé. Pero me sentía bien con el reflejo que tenía ante mí al verme al espejo. Mis ojos brillaban más de lo usual, mi cabello cobrizo lucía alborotadamente sexy, mis labios estaban enrojecidos e hinchados.

Descubrí pequeñas marcas en mis senos, ahí en donde Jumin centró fervientemente su atención. Eran solo un par, y muy sutiles, la prueba de que él ha besado ahí.

Entré a la ducha y cuando terminé con eso, me vestí con la ropa que había tomado prestada del closet de Hye. No me quería imaginar el bombardeo de preguntas con las que mis amigas me recibirían.

Utilicé la secadora para cabello que había en el baño, apliqué crema y protector solar en mis brazos, piernas y rostro. No traje conmigo algo de maquillaje, porque no tenía planeado quedarme toda la noche, pero no parecía ser que lo vaya a necesitar. Mi rostro estaba radiante.

Cuando salí del baño me encontré a Jumin jugando con Elizabeth III en su regazo.

― ¿Lista?

― Sip.

La gata notó mi presencia y saltó del regazo de su amo para caminar pomposamente hacia mí.

― Hey, linda. ― me incliné para levantarla en brazos. ― No te he visto desde ayer.

― Es fácil perder de la vista en donde están los gatos si no te mantienes atento a ellos. ― me explicó Jumin.

― El que nunca la pierdas de vista habla muy bien de ti como dueño. ― la gata ronroneaba y se frotaba contra mi pecho. Me acerqué a la cama y me senté junto a Jumin. ― Aunque recuerdo una vez en la que se te perdió.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora