Cesión de derechos

151 13 0
                                    

Sin importar el que Ji-Hyun me haya sugerido no interrumpir, no podía quedarme a esperar. Abrí la puerta sin siquiera tocar. Min Kuyng-Hee estaba de pie, encrespado como gato, frente al escritorio de Jumin. Si, aquel hombre que había hecho un retrato de mí.

Estaba rojo por la frustración.

― ¿Qué haces aquí, Hee? ― fue lo primero que se me ocurrió preguntar al entrar.

Entonces los dos hombres se fijaron en mí.

― Oh, bombón. ― sollozó dramáticamente y se dejó caer en uno de los asientos frente al escritorio.

Jumin comenzó a emanar un aura amenazante.

― ¿Qué pasa? ― le pregunté tartamudeando.

Dios sabe que el hombre se veía imponente y sexy sentado tras su enorme escritorio de madera oscura. Se había quitado el saco, así que lucía solo su camisa blanca con los antebrazos expuestos y su habitual chaleco negro, a juego con el pantalón. Su cabello estaba ligeramente alborotado, como siempre, su expresión de ojos fríos y sonrisa petulante. Tras él, se veía Seúl expuesto en los ventanales.

Era la viva imagen de un emperador.

― Cariño. ― me llamó Jumin. ― Esperaba que llegaras en media hora más.

― ¿Qué es lo que sucede? ― volví a preguntar.

― El Sr. Min vino a discutir conmigo los derechos de exhibición del retrato que te hizo.

― No vine a discutir nada. ― protestó Hee. ― Vine a entregarle mi propuesta para demandar al Sr. Han si no recapacita. Planeo presentarla hoy mismo a los juzgados.

¿Demanda?

― Como ya le había comentado, Sr. Min. Esa demanda no procederá. ― dijo Jumin con suficiencia. ― Así que, por favor, discutamos el asunto como adultos que somos.

Me acerqué a ellos.

― ¿Por qué debería discutir eso contigo? ― seguía preguntando, aunque ya me temía la respuesta.

― Tu novio compró el museo al que le vendí los derechos de exhibición del retrato, bombón. ― dijo Hee, molesto.

Y aquí vamos de nuevo.

Esa exhibición de poder, comprando cuanta cosa se le pusiera enfrente. Debía hablarlo muy seriamente con él.

Me crucé de brazos y le miré ceñuda, aunque a Jumin parecía no importarle.

― En el contrato dice que mi cuadro se exhibirá en ese museo por los próximos tres años. ― siguió hablando Hee. ― Ni siquiera estuvo expuesto al público por solo cinco minutos en la noche de inauguración. Su sala era la última del lugar, ni los primeros invitados la lograron apreciar.

― Perdón que lo contradiga, Sr. Min. ― interrumpió Jumin, fingiendo seriedad con su cara de póker. ― Pero el contrato dice que el museo tiene los derechos de exhibir la obra por tres años, más no está obligado a hacerlo en todo ese lapso. En lo que a mí concierne, el museo ya ha cumplido con lo estipulado.

― Pero...

― Fui cauteloso y lo consulté con mis abogados. ― le interrumpió Jumin. ― Debió leer bien el contrato de exclusividad. Su obra permanecerá en el almacén del museo, si es que no llegamos a un acuerdo ahora mismo.

Hee sacudió la cabeza, exasperado por no conseguir lo que venía a buscar.

Se fijó en mí.

― Bombón, te lo suplico. Has que tu hombre razone.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora