Donaciones no deseadas

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Creo que molesta no era precisamente como me sentía. Estaba decepcionada, quizá algo frustrada. Traicionada podría definirme mejor.

Jumin se dio cuenta de que algo pasaba. Sus ojos se veían inquietos y la sonrisa con la que entró a la habitación se había esfumado. Caminó hacia mí a paso firme, pero lo detuve haciendo un gesto con la mano y viéndolo fríamente.

― Le daré tu mensaje. ― dije después de un rato.

― Qué tal si me das su teléfono. ― respondió Ava jovialmente. ― Quisiera tener el contacto de mi cuñado. Quizá podría quedar...

Colgué la llamada sin dejarle terminar de hablar.

― Le diste dinero a Ava. ― afirmé viéndole con el ceño fruncido. Por alguna razón me molestó que la angustia en sus ojos se fuera ante mi afirmación. Como si mentirme no fuera la gran cosa y una sonrisa nerviosa se estaba escurriendo de sus labios. ― Ah, te parece divertido entonces.

― Claro que no, Danny. ― trató de sonar tranquilo. ― Me alegra que no se tratara de una amenaza del hacker.

― No, solo era Ava confirmando que hiciste lo que no quería que hicieras. ― mi voz salió más alto de lo que hubiera querido.

― Escucha. ― volvió a caminar hacia mí y me tomó de la mano para guiarme hasta uno de los sillones. Solté mi mano de su agarre, lo que le tomó por sorpresa.

― Puedo escucharte de pie.

― ¿No quieres que te toque? ― dijo dolido. Al fin su actitud relajada se había ido.

No quería contacto físico o perdería todo esfuerzo que hice para parecer molesta y probablemente terminaría entre sus brazos.

― Te escucho. ― dije fríamente.

Él se sentó en el sillón, desabrochando el esmoquin y cruzando las piernas. Se veía realmente sexy y amenazante. Quizá darme esa impresión era lo que realmente pretendía hacer, pero yo también podía jugar a lo mismo.

Me senté a una distancia prudente en una silla frente a él. Coloqué mis brazos sobre ambos respaldos de madera y crucé las piernas.

― No eres justa. ― ronroneó al recorrer mis piernas con la mirada.

― No pretendo ser justa.

― Estás molesta.

― Desde luego.

― Solo quise ayudar.

― Te dije que no te metieras en ese asunto. Me estaba encargando de eso.

― Eso no fue lo que me dijo Ava.

― ¿Cuándo hablaste con ella?

― Ayer recibí una llamada de ella a mi oficina. Al parecer necesitaba con urgencia el dinero.

― Entonces debiste hablarlo primero conmigo.

― Y así hubieras rechazado de nuevo mi ayuda.

― ¡Pues si! ― estaba perdiendo la compostura. ― No tenías derecho a meterte en esto, Jumin. Te lo dije. No tienes idea de todo lo que tuve que hacer para juntar ese dinero.

― ¿Qué tanto hiciste? ― preguntó con genuina curiosidad.

Su postura cambió. Había dejado de cruzar las piernas y apoyaba los codos en las rodillas.

― Ah, pues... ― había hablado de más. ― Ese no es el punto. La cosa es que no te importó lo que te dije, aun así, decidiste actuar por tu cuenta.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora