Kaleb.
Llevaba una semana que no veía al debilucho de Demian, con el que mi tío me había emparejado para el dichoso proyecto de su materia; no es que me hiciera falta su apoyo, pero yo no iba a realizar todo el trabajo solo.
Veía a sus amigos en la universidad, como si no pasara nada, pero él no aparecía por ningún lado. No lo iba a llamar, tampoco quería pasar por su casa a buscarlo, aunque tampoco sabía dónde vivía y no iba a preguntar a nadie.
Bueno tampoco es que me importara mucho, teníamos mucho tiempo para terminar con el dichoso trabajo y mientras tanto me podía poner a explorar la ciudad, salir con Roxana, comenzar a buscar algún lugar para mí solo, aunque en la casa de mi tío no me faltaba nada, quería tener mi espacio propio, solo quería esperar que mi hija creciera un poco, pero tampoco me haría daño ir viendo lugares donde poder establecerme.
Roxana siempre quería salir de casa, faltar al colegio y pasar tiempo conmigo y yo adoro pasar tiempo con ella, pero también tengo que dejar que ella se adapte a su escuela y empiece a hacer una vida normal. Bueno si tener solo un padre fuera muy normal.
Un fin de semana, en el que no tenía nada que hacer decidí salir con ella a dar una vuelta por la ciudad, conocer barrios nuevos y por qué no, quizás parar en algún parque para que mi hija pudiera jugar.
Salimos de casa con la intención de pasar una tarde de sol en algún parque con muchos árboles y zonas verdes, para que Rox pudiera ensuciarse la ropa e incluso comer algo de tierra. Yo había crecido así y quería que ella también tuviera una infancia lo más alegre posible, lejos de la tecnología y la televisión.
Iba conduciendo por un vecindario que se veía bastante antiguo y que estaba relativamente cerca de los suburbios de la ciudad, el lugar se veía genial, tenía muchos árboles altos, en los jardines de las casas se veía flores y enredaderas trepando por las paredes de las casas. Ese vecindario era como me imaginaba que sería mi casa ideal.
Muy cerca de la salida de ese vecindario encontramos un parque, con muchos juegos para niños. Tenía unas bancas de picnic desde donde se podía ver un hermoso lago, rodeado por un pequeño bosque. Roxana pidió que paráramos allí.
Estacioné el auto y ella bajó como si la persiguiera el diablo para castigarla. Inmediatamente se subió a los juegos. En el lugar había muchas familias con sus hijos, que también jugaban en los juegos, en algunas mesas se veían las típicas canastas de picnic. Escogí la mesa que estaba más alejada de todas las otras, pero desde donde podía ver a mi hija.
Cada tanto mi hija corría hasta donde estaba, me daba un abrazo y un beso, para luego volver a jugar con sus amigos, que la llamaban desde todas las direcciones. Ella estaba siendo muy llamativa para todos los que estaban por allí cerca. Varias mamás empezaron a acercarse hasta el lugar en el que yo estaba sentado, e iniciaron una conversación conmigo.
—Hola —las saludé.
—Hola —contestaron ellas en coro.
—¿Es usted nuevo en el barrio? —preguntó una de ellas, tomando la palabra por las demás.
—No, solo estaba de paso por el vecindario y mi hija vio el lugar y rogó para que nos detuviéramos aquí, para que ella pudiera jugar en los juegos.
—¡Oh, ya veo! —volvió a hablar la misma mujer.
Solo sonreí, y ellas se mostraron un poco nerviosas. Parecía que nunca habían visto a un hombre guapo, con su hija en el parque. Para que no se sintieran tan cohibidas, decidí hacerles un poco de conversación, mientras todos observábamos a los niños jugar.
Las mujeres, que eran las que en un principio había visto solas, comenzaron a soltarse un poco, y al cabo de unos minutos ya todos nos estábamos riendo de cualquier anécdota que le hubiera pasado a uno de sus hijos.
Estuvimos allí por unas cuantas horas, mientras las personas que había cuando habíamos llegado se retiraban, unas nuevas se acercaban al lugar para jugar con sus hijos.
Todos me miraban extrañados, pero pocos se acercaban a entablar una conversación. Cuando ya la mayoría de mujeres que había estado a mi alrededor se había ido, un hombre mayor se acercó para hablar conmigo. El hombre hablaba con calma, como si tuviera toda la vida para formular una pregunta, eso me agradó mucho.
—¿Tú compraste la casa de los Rodríguez? —preguntó el anciano de repente, el apellido me recordó a mi compañero de proyecto.
—No señor —respondí.
—¡Oh, lo siento! —se disculpó él—. De cierta forma te me haces parecido a Demian.
EL corazón me dio un salto dentro del pecho. No podía creer las coincidencias de la vida, había decidido pasar por ese vecindario y resulta que allí mismo era donde vivía mi debilucho compañero de clases.
—¿A quién? —pregunté con la esperanza de que el anciano se hubiera equivocado de nombre.
—A uno de los hijos de los Rodríguez —repitió él—. Se llama Demian y debe de tener más o menos tu misma edad.
Esto era alucinante, no podía creer que estuviera en el vecindario de Demian. Quizás él también jugaba en ese parque y se sentaba en estas mesas a descansar o a comer o hacer cualquier otra cosa.
—No tengo la menor idea de quien me está hablando —respondí con sinceridad.
—No te preocupes —dijo el anciano.
Seguimos hablando por otro rato, hasta que Rox llegó junto a mí a decirme que ya quería irse a casa. Nos despedimos del anciano y caminamos al auto. Ya era tarde y teníamos hambre. Fuimos directamente a casa, ella subió a bañarse, mientras que yo iba a la cocina a preparar algo de comer.
En ese momento, mi teléfono comenzó a vibrar. Al sacar el aparato del bolsillo y mirar la pantalla, vi que Demian me estaba llamando.
Era extraño que justamente ese día hubiera estado pensando en él y que me estuviera llamando, era como si lo hubiera llamado con la mente.
—¿Qué quieres? —le gruñí al teléfono al contestar.
—Hola, yo estoy muy bien, gracias por preguntar —ironizó.
—¿Qué quieres? —repetí.
—¡Que mal humor el que tienes! —bromeó.
—Última vez —advertí—. ¿Qué quieres?
—Está bien —accedió—. Mañana en la tarde, no tengo nada que hacer, ¿quieres que nos veamos?
—¿Estás proponiendo una cita? —dije divertido.
—¡Ni en tus mejores sueños! —dijo ofendido—. Solo quiero que nos veamos para seguir con el proyecto.
Me quedé en silencio por un rato, esperando a que él se desesperara un poco y comenzara a impacientarse. Era divertido ver, o escuchar en ese caso, como alguien iba perdiendo los cabales en una situación.
—¿Estás ahí? —preguntó él.
Seguí en silencio, mientras escuchaba como él hacía sonidos raros al otro lado de la línea. Estaba logrando mi objetivo, él estaba perdiendo el control de la situación y estaba saliéndose de sus cabales.
—Estaré en la biblioteca a las tres de la tarde —dijo él—. Si quieres llegar, ahí te veré imbécil.
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Me and My Broken Heart.
Romance¿Como se puede definir el amor? Y ¿el desamor? Demian es un hombre de familia que fue criado con los mejores valores y con las más altas espectativas frente a la sociedad y lo que él podía hacer para servirle al resto de mundo. Siempre ha querido se...