Me and My Broken Heart.

10. La palabra con C.

Demian.

Estacioné mi moto en el garaje de nuestra casa, y justo detrás de mi ingresaron mis dos hermanos que viven en Paso Robles, no tenía idea de que ellos también vendrían a la cena familiar.

—¿Ustedes que hacen aquí? —pregunté apenas bajaron de su auto y sin siquiera saludarlos.

—Mamá nos llamó y dijo que era importante que estuviéramos aquí hoy —respondió uno de ellos.

—Que sabes tú Demian, ¿de qué se trata todo esto? ¿es grave? —preguntó Juan.

—No tengo la menor idea de lo qué está pasando —respondí sincero— solo sé que esta mañana, los escuché discutir, porque padre quería decirnos todo sobre algo que estaba sucediendo y mamá dijo que no.

—Decir todo ¿de qué? —preguntó Marcos, mi hermano mayor.

—No lo sé, eso fue lo que alcance a escuchar por detrás de la puerta antes de que tuviera que salir corriendo antes que fuera sorprendido por madre.

Ellos estrecharon las cejas y se miraron el uno al otro con cara de no estar convencidos de lo que estaba diciendo, o como si ellos supieran algo más que a mí se me escapaba, me pareció sospechoso y decidí que tenía que saber todo lo que ellos tenían en mente.

—Ustedes saben algo —aseguré casi gritando— y ahora mismo, me lo van a decir.

—Cállate, no levantes la voz —me reprendió Marcos.

—No es que sepamos algo, solo es una sospecha —dijo Juan.

—¿De qué se trata?, ¡cuéntenme! —los presioné.

—Hace unos meses, padre dijo que tenía que salir de viaje de negocios —comenzó a decir Marcos.

—Si, si lo recuerdo, dijo que saldría por quince días o un mes —dije, recordando el episodio— yo lo vi salir de casa y tenía una expresión de preocupación, pero imaginé que era por el trabajo.

—Si, exacto —confirmó Juan.

—Un día apareció por el viñedo y tomó varias botellas de vino y se encerró en su estudio —continuó Marcos.

—¿Como así? —pregunté— no se reunió con ustedes mientras estuvo en Paso Robles?

—Si, si estuvimos juntos, pero la primera noche, estuvo bebiendo solo en su estudio, y con la música a un volumen alto —aclaró Juan.

—En una ocasión salió del estudio para ir al baño, he iba hablando por teléfono —siguió mi hermano mayor—, supongo que, con madre, pero estaban discutiendo o eso parecía porque padre levantaba mucho la voz.

—Haber si te entiendo, llegó a el viñedo, se encerró en su estudio, estaba bebiendo y discutía con madre, ¿es así?

—Si algo así —confirmó mi hermano Juan— y padre decía que eso no podía ser, que los médicos debían de estar equivocados, que era necesario que consultara con otro.

—¡Oh por Dios! —susurré, pensando lo peor—¿acaso uno de los dos está enfermo? ¿Madre?

—No sabemos nada más D, tendremos que esperar hasta la cena para que nos cuenten, que es lo que está pasando.

—Si, no te preocupes en vano, esperemos que no sea nada malo —me tranquilizó Marcos.

—Si, ustedes tienen razón —asentí, pero por mi mente daba vueltas lo peor— es mejor que entremos antes de que vengan a buscarnos.

Entramos a casa los tres juntos y desde la cocina se escuchaba la voz de mi madre cantando una balada pegajosa. Debo de decir que mi madre es una pésima cantante y tiene una voz estruendosa y generalmente canta desafinada y sin tono; pero es mi madre y cantaba con tanta energía y pasión que hasta uno comenzaba a cantar, aunque sonara horrible.