Capítulo 19

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Al día siguiente entré al café con los nervios de punta. Sus últimas palabras antes de irse anoche seguían rondando en mi cabeza.

Lo había dicho como si no fuera nada, pero pude ver claramente sus orejas sonrojadas en cuanto se dio la vuelta.

Y ahora solo no sabía cómo debería actuar.

- Buenos días. – Oí de pronto.

Di un respingo y pasé la mirada por el lugar hasta que me encontré con sus ojos azules en la entrada donde estaban los casilleros.

Tragué y aparté la mirada.

- Hola. – Saludé algo más fuerte de lo que planeaba.

Tenía que ir hacia donde estaba, así que segundos después de plantearme si hacerlo o no, lo hice, intentando no mostrar mi nerviosismo. Al estar frente a él intenté pasar por su lado para tomar mi delantal, pero no se movió.

Fruncí el ceño y le di un vistazo. Me encontré con su sonrisa y volví a apartarla, sin saber bien qué hacer.

- Alex. – De pronto se oía mucho más cerca, así que alcé el rostro de inmediato algo sorprendido, encontrándome nuevamente con sus ojos, pero sin poder apartar la mirada esta vez al estar tan cerca por haberse inclinado.

- No hay que pensarlo tanto, ¿no? – Dijo en voz baja cerca a mi con una pequeña sonrisa, haciendo que lo mirara fijamente. Lentamente mis ojos bajaron a sus labios y tragué.

Su sonrisa se hizo incluso más grande y soltó una risita, apartándose. Parpadeé un par de veces y di un paso atrás, intentando calmar mis latidos irregulares.

- Tú mismo lo dijiste, así que no te preocupes. – Posó una mano en mi cabeza y pasó por mi lado, yendo a cambiar el cartel de abierto.

Caminé rápidamente hacia los casilleros y tomé el delantal, colocándomelo.

Tenía razón. Yo mismo lo había dicho, así que no podía ir por ahí todo nervioso solo porque dijo unas palabras raras. Salí y fui tras el mostrador, comenzando a trabajar.

Y así, durante el resto del día y por una semana entera hablamos con normalidad, a excepción que, cuando lo hacíamos, mi vista se desviaba a sus labios inconscientemente.

Inmediatamente apartaba la vista, pero probablemente John lo notaba, porque sonreía intentando ocultarlo o soltaba una risilla cada vez.

Normalmente era difícil no mirarlo a los ojos, porque esas lagunas azules que tenía por ojos eran en verdad bonitos, pero mi inconsciente solo había decidido traicionarme.

Acababa de terminar la jornada laboral, así que comencé a desatarme el delantal mientras veía de reojo a John hacer lo mismo.

- Oh, cierto. – Dijo de pronto haciendo que quitara mi vista rápidamente. – ¿Puedes quedarte un rato más hoy? Tengo un nuevo sabor.

Volteó a verme con una sonrisa radiante.

Alcé una ceja.

- ¿No moriré?

Sonrió aun más.

- No, no creo. – Se acercó y me dio palmaditas en la cabeza mientras reía. – Ya vuelvo.

- ¿Cómo que creo? – Me quejé, pero siguió riendo sin responder, subiendo y dejándome solo.

Solté un gran suspiro. No entendía por qué tenía que pasar toda una semana pensando en los labios de este chico.

Se había sentido bien, pero eso era todo. No había más tras eso, o más bien, no podría haberlo.

John bajó con algunos ingredientes de su cocina y me sonrió, como siempre, dejándolos en la mesa de trabajo para comenzar a preparar su nuevo invento.

Predestinados (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora