Coloqué el rostro entre ambas manos, ocultando mi vergüenza e intentando procesar lo que me acababa de contar.- Eso hiciste, así que luego...
Alcé una mano hacia él para que se detuviera.
- Solo... Dame un segundo. – Dije avergonzado.
Ayer, al parecer lo llamé estando completamente ebrio. En cuanto llegó y lo vi, me alegré mucho de verlo y rápidamente me monté en su espalda en cuanto me lo pidió, soltando el vaso de entre mis manos y Dalia casi corriendo para tomarlo antes que cayera. Me había despedido del bar tender al parecer bastante alegre y John había pagado una parte de todos mis tragos, siendo la otra mitad por parte de la casa.
Dalia fue a su casa sola, mientras que John me había traído al hotel.
Durante todo el camino, había estado murmurando cosas inelegibles, pero durante un momento había tomado la camiseta de John comenzando a olerlo y murmurando su nombre. Luego, había pegado mi nariz a su cuello y había apretado mi agarre en él.
En cuanto llegamos al hotel, me acostó en la cama. Cuando lo hizo, al parecer no quise que se alejara, así que lo jalé hacia mí cruzando mis brazos y piernas en él.
Mientras me hablaba para intentar que lo soltara, lo hice pero solo para tomarlo de las mejillas, diciéndole que su voz era hermosa, y luego lo había besado.
Lo había dejado inmóvil al cruzar mis piernas tras él como un niño, aunque yo diría que como un mono.
Cuando entró en sí, me alejó y comencé a decirle cosas como que me gustaban sus feromonas y su sonrisa incluso más, que era lindo y quería volver a hacerlo con él, que necesitaba sentirlo otra vez dentro de mí, que no se fuera, que era demasiado importante para mí, todo eso hasta que caí dormido y por fin solté mi agarre.
No podía creer cómo había podido contarme todo eso sin siquiera avergonzarse un poco. O probablemente lo estaba, pero era yo el que no podía mirarlo mientras lo escuchaba.
- Solo iba a decir que te tapé con las sábanas y dormí aquí, porque me lo pediste.
Definitivamente no podía verlo a la cara ahora.
- Ah, bien. Gracias por eso. – Acoté. – Y... lo siento. – Me arrepentía de haber bebido tanto.
Dalia tenía razón. Esos tragos eran dulces, pero aun así tenían alcohol. Y por eso terminé haciendo cosas que no debía.
Estaba muriendo de vergüenza, y la persona implicada no se iba. Aún así tampoco podía echarlo.
Nos quedamos en silencio un buen rato, conmigo completamente avergonzado.
Había dicho lo más vergonzoso en la vida, y lo peor es que era lo que realmente pensaba y que no había planeado decírselo nunca.
Le di un vistazo y sonreía ligeramente. No le había dejado terminar de contarme todo lo que le había dicho ebrio, pero para que sonriera así, debía ser peor de lo que pensaba.
De pronto rió un poco.
- Es la primera vez que te veo así. Fuiste bastante tierno, ¿sabes? y bueno... – Hizo una pequeña pausa. – No creí que te gustara tanto.
Tragué con fuerza, sin saber bien qué responder ante eso, comenzando a ponerme nervioso.
- Quiero decir, mis feromonas y mi... ¿sonrisa? – Se acercó ligeramente y no pude evitar darle un vistazo.
Me estaba sonriendo y la agrandó en cuanto cruzamos miradas, causando que me sonrojara, colocando una mano en su rostro para apartarlo, a lo que rió.
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Predestinados (Omegaverse)
Ficção AdolescenteLos predestinados son solo un cuento de hadas, pero cuando su pareja alfa se encuentra con su omega predestinada y le regala la marca que él tanto había anhelado por años, Alex lentamente comienza a odiar a los alfas y al destino. ¿Será que este ome...