Capítulo 58

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- ¿Será en mi cumpleaños?

Le di un vistazo a John, que estaba con los brazos apoyados en el mostrador viendo hacia mi con una sonrisa.

Había estado preguntando eso cada vez que podía, y no entendía por qué seguía haciéndolo si era obvio que sería así.

- John.

- ¿Hm?

- Basta.

Rió ligeramente, reincorporándose.

- Solo quiero confirmarlo, aunque creo que es lo más probable, pero vamos, dímelo, ¿Sí?

Giré hacia él, suspirando.

- Si ya lo sabes deja de preguntarme cada vez que puedes.

- ¿Eso es un sí?

Fruncí el ceño hacia él, causando que sonriera, por lo que entrecerré los ojos.

Llevó una mano a mi mejilla, dándome una pequeña caricia con los dedos, ignorando mi molestia.

- Perdón, es solo que quiero estar contigo cuanto antes.

Mi ceño fruncido desapareció ante eso, y en cuanto hizo un pequeño puchero no pude evitar reír.

- Dios, no rías de esa forma, ¿me estás castigando por algo? — Se quejó, por lo que dejé de reír, solo sonriendo hacia él.

Faltaba menos de una semana para su cumpleaños y era un martirio para mi también, incluso comenzando a pensar que tal vez había exagerado un poco.

Agradecí que entrara un grupo de personas en ese momento, zanjando el tema ahí.

Había quedado con Dalia en ir a ver a David al trabajo en cuanto terminara aquí, lo cual hacíamos los días en que terminaba sus clases temprano, como hoy. Era en cierto modo un alivio, porque así no tendría que quedarme más tiempo sufriendo la extraña tensión en la que nos la pasábamos John y yo.

En cuanto terminamos, John se ofreció como siempre a acompañarme, por lo que fuimos hasta la gasolinera.

- Hola. — Saludé en cuanto entramos, John saludándolo también.

David apartó la vista de su teléfono para vernos.

- ¿Por qué tienen que venir siempre? Ya déjenme solo un día, maldita sea. — Se quejó, estirando los brazos hacia arriba. — Pero si vienen como clientes, bienvenidos. — Canturreó su última palabra, por lo que sonreí rodando los ojos.

- ¿Qué haces? — Pregunté, apoyándome en el mostrador mientras John iba a buscar algo para comprar.

- No mucho, como siempre. Y lo digo literalmente. Ya sabes que tengo como dos clientes al día y uno es un niño que siempre compra chocolate. No sé cómo no engorda.

Se sentó en la silla que tenía a su lado, luego mostrándome la pequeña mesa de dos al lado del mostrador, que era donde siempre nos sentábamos Dalia y yo.

Le di un vistazo, sonriendo al ver que habían pequeños papelitos con nuestro nombres en el respaldar.

- Son VIP. — Agregó David, por lo que volví a verlo y compartimos una sonrisa.

Predestinados (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora