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♡•°.: → TodoBaku observando las estrellas es tipo...
La cálida brisa, el cielo despejado, y la luna y estrellas brillando, hacían de aquella noche una perfecta.
Ambos chicos se encontraban recostados sobre una manta algo acolchada, la cual estaba sobre el césped del jardín trasero. La piscina estaba justo detrás de ellos, y el movimiento del agua se les hacía algo bastante relajante. El pequeño animal se encontraba durmiendo sobre el abdomen del cenizo. Este acariciaba su pelaje con su izquierda, mientras que con la derecha tomaba y jugueteaba con la de su novio.
— Ok, imagina esto. — habló el bicolor, entrelazando sus dedos con los de su chico, y acariciando el dorso de su mano con su pulgar, tiernamente. — Viene un tipo medio rubio-pelirrojo que vuela y se mete por la ventana, ¿qué haces?
Katsuki intentó procesar lo que Shōto había dicho antes de responder. Observó bien el cielo y sonrió al encontrar aquellas estrellas que tanto le gustaban.
— Le sigo a través del espacio, por la segunda estrella a la derecha, y todo recto hasta el amanecer. — el menor sonrió ante su respuesta. — ¿Qué harías tú?
— Mm... — este lo pensó más que el mayor. Se volteó hacia el cenizo y subió la mano que sostenía de este, para luego depositar un tierno beso en el dorso de esta. — Supongo que me quedaría pegado a ti e intentaría alejarte de ese tipo porque en una de esas te me estás muriendo, o me estoy muriendo yo.
Katsuki le miró extrañado. No había entendido con exactitud aquello dicho por su prometido, pero de seguro era alguna tontería que había sacado de por ahí.
— Ya sabes, dicen que es como la muerte que te guía al paraíso. — una carcajada salió de los labios del mayor, despertando al cachorro, el cual les miró como pidiéndoles que se callaran para poder seguir durmiendo.
— Tremenda idiotez acabas de decir, Shō. — el nombrado pellizcó la mejilla derecha del cenizo, logrando que este se sonrojara y frunciera levemente su ceño.
— Pero tiene sentido. — Katsuki suspiró y sujetó al cachorro, pasándolo al abdomen de su contrario, para poder él acomodar su cabeza en su pecho. Continuaron observando las estrellas en silencio y comentando uno que otro escenario que se les venía a la mente, hasta que el sueño les ganó, permitiéndose dormir a ambos tranquilamente en aquél lugar.
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