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Caminaba de un lado a otro en aquel pasillo. Habíamos trasladado a Villa al hospital en donde lo perdimos de vista ya que los médicos se lo llevaron a revisar. Estaba nerviosa, no quería que le sucediera nada por mi culpa y en este momento me maldecía por no haberme detenido, por no haberme vengado de otra manera mediante una broma o lo que sea.

Él no tenía que encontrarse aquí.

- ¿Puedes dejar de caminar de un lado a otro? Me pones nervioso Hope. – mi padre murmuro con seriedad.

Me detuve en seco para observarlo fijamente, si él no se hubiese aparecido nada de esto hubiese pasado.

- Mejor cállate papa, porque por haber hecho todo ese escándalo Villa se encuentra aquí y quién sabe si se encuentra bien. – señale la puerta en la cual se encontraba con los médicos.

- Hope, tranquila. – Simón se puso a mi lado y me abrazo por los hombros – En parte es su culpa...

- La culpa es mía por no haberme detenido. – tome mi cabeza desesperada, las lágrimas me caían sin piedad.

- Hope – Simón tomo de mis mejillas – el estará bien, tranquila ¿sí?

Asentí no muy convencida, el solo me abrazo fuerte contra su cuerpo, pero sin embargo me sentía mal por Villa. Ya lo extrañaba y no quería que él estuviera aquí. Vimos a mi padre alejarse de nosotros, habían marcado a su teléfono.

- Chicos.

El medico salía de la habitación de Villamil.

- ¿Se encuentra bien? – me solté rápidamente de Simón, estaba que me consumían los nervios.

- Tranquila señorita... – sonrió tranquilo – se encuentra bien.

- ¿Y se lo puede ver? – pregunto mi amigo.

- Si, en un rato le darán el alta... – sonrió amablemente – iré a hacerle unas indicaciones en un papel para que lo pueda llevar a su casa, así que si me disculpan.

- Si, gracias. – sonreí con tranquilidad.

Aquel señor de blanco desapareció dejándonos a Simón con aquella ansiedad de ingresar a verlo. Pero sin embargo me quede estática frente a la puerta blanca que nos separaba.

- ¿Entraras o tendré que llevarte a la fuerza? – bromeo.

- Si, solo... – nerviosa balbucee – solo que...

- Tranquila Hope, no le diré que estuviste al borde de la histeria y que declaraste tu amor mediante tus acciones. – sonrió de costado.

- ¿Amor? – fruncí el ceño confundida – yo no siento amor por él.

- No, cierto que te encuentras enamorada- – guiño su ojo – Pero no discutiremos eso aquí ¿o sí?

El solo me había dejado con las palabras en la boca. No podía creer que me comportaba así y que algo de lo que no quería que saliera de mi floreciera siempre por alguna situación así. Trague saliva y me acerque temerosa hacia la puerta, escuchaba sus risas del otro lado.

Sonreí levemente, él se encontraba bien y el solo hecho de escuchar ese sonido tan sonoro y lleno de vida me ponía bien. Muy bien.

- Hola. – ingrese sin pedir permiso, era hora de que dejara de estar en la puerta.

- Oh apareciste, pensé que te había dejado sin palabras y las fuiste a buscar. – bromeo Simón.

Villa, sin embargo, se quedó en silencio. Se notaba algo sorprendido por mi presencia en aquella habitación.

- Cierra tu maldita boca, que nadie quiere hablar contigo. – bufe enojada.

- Claro y por eso me retiro. – beso la mejilla de Villa.

- Oye ¿Qué haces? – enojado argumento.

- Me di cuenta que si te sucedía algo me iba a morir. – Confeso – no seas malo con tu amigo que quiere demostrarte su amor.

- Sí, pero no intentes acosarme de esa manera... – volvió a gruñir.

- Ya señor gruñón, ahora nos vemos fuera.

Simón desapareció de aquella habitación y yo simplemente baje mi mirada al suelo. Tenía miedo, vergüenza de verlo a los ojos. Hice un par de pasos de forma lenta hasta acercarme a él de forma tímida.

Mis brazos se encontraban detrás de mí, parecía un pequeño perrito que pedía disculpas por sus travesuras.

- Me alegra que estés bien. – susurre y por primera vez me atrevía a observarlo.

Tenía una pequeña venda en la frente.

- Pensé que estabas festejando de que casi me muero. – confeso.

- Ay Juan Pablo... – fruncí el ceño – jamás querría que te mueras.

- Es decir que ¿te morirías si me sucede algo? – una pequeña sonrisa se presentó en su rostro.

- Jamás diría algo que se encuentre en contra de mis principios... – comente sin más – pero tampoco me gustaría no verte más.

¿La que dijo eso fui yo?

El solo me observo en silencio y aun con aquella sonrisa intacta. Como si lo que decía era lo más tierno y sincero, siendo de verdad.

Pero el solo verlo hacia que las mariposas en mi estómago me dieran descargas de energía eléctrica en el cuerpo ¿Por qué tenía que considerarlo como el dios mismo del olimpo? ¿En qué momento sucedió esto? Maldito Villamil.

- Tranquila niña estúpida, jamás te libraras de mi... – comento en tono de burla – no está en mis planes hacerlo.

- Veo que el golpe no te quito lo imbécil. – bromee.

Ambos reímos, estos éramos nosotros dos. Un imbécil y una niña estúpida llevándose bien por momentos y odiándose todo el resto del tiempo.

- Enserio, de verdad, me pone bien saber que te encuentras entero. – sonreí levemente.

- Confieso que me duele un poco la cabeza. – se llevó la mano a su frente y se quejó un poco.

- Tranquilo... – rápidamente me acerque a él preocupada por su brutalidad, podía ver sus ojos verdes escañándome completamente. Trague saliva – creo que te darán el alta dentro de un rato. – susurre.

- Si. – asintió, sin perderme de vista – Hope ¿puedo confesarte algo?

Asentí como una imbécil. No podía manejar esto que sentía por él, no podía pararlo.

- Me gustan muchos tus ojos... – confeso – por eso me alegra verlos ahora cuando me siento mal. 

KARMA - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora