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Observe la gran reja color negra de la casa de Hope, aun no sabía si era lo correcto venir hasta aquí pero no tenía otra escapatoria. No podía irme a ningún lugar porque la tristeza era más grande.

Inhale y exhale antes de tocar el gran timbre que me habilitaba a ingresar por el patio del frente. Lentamente camine hacia la puerta y en esta solo me esperaba con una mirada compresiva, Carolina. Sonreí con media mueca y la saludé con un beso antes de ingresar a la casa.

- ¿Hope? – pregunte tímido una vez que cerró la puerta.

- Am creo que...

- Juan Pablo... – Manuel se hacía presente en la sala – Que bueno que viniste.

Lo observe fijamente tragando saliva. Ahora me encontraba nervioso por aquel amargo recuerdo de haberlo visto hablando con mi padre. No sabía qué hacer en este preciso momento.

- ¿Podemos hablar? – guardo sus manos en los bolsillos.

- Yo los dejo solos. – comento Carolina palmeando mi hombro.

Ahora sí que quería correr hacia un lugar desconocido antes de escucharlo. El solo volteo y por el respeto lo seguí. No podía negar que aún conservaba aquella admiración intacta, aunque todo doliera dentro de mí.

Su oficina era espaciosa, hombre de negocios como siempre había escuchado. Ordenado como yo, serio pero amable eran algunas cualidades que solía resaltar de Manuel.

- Siéntate por favor. – sugirió, obedecí. Escuche un suspiro salir de su boca – Quería pedirte una disculpa.

Abrí mis ojos sorprendido, no me lo esperaba.

- Debí decirte la verdad desde un principio... – acomodo sus codos sobre el escritorio acercándose más a mí – Desde el día que supe que eras el hijo de Clemencia y de Mauricio, supe que te conocía.

Trague saliva nerviosa.

- ¿Cómo es que sabía?

- Tu apellido. – rio levemente, yo solo lo observe fijamente – Tu padre es uno de mis grandes inversionistas y con tu madre, fuimos a la escuela juntos.

Asentí apretando mis labios, quiere decir que él siempre supo dónde estaba el muy ingrato y no fue capaz de decirme la cantidad de veces que me tuvo frente.

- ¿Qué es lo que hace aquí? – pregunte sin vueltas, necesitaba respuestas.

- Quiero serte sincero. – suspiro con seriedad.

- Pues debería. – sugerí lleno de bronca, el solo me observo algo desganado – Debió habérmelo dicho antes, debió decirme la verdad.

- No podía, Juan Pablo. – se excusó.

- ¿No podía? – pregunté incrédulo – Usted no tiene ni idea de lo que sufrí cuando mi padre nos abandonó.

- ¿Por qué me tratas de usted? – frunció el ceño – sabes que puedes decirme Manuel.

- Sí, eso lo sé – trague saliva – pero prefiero hablarle de usted, porque me encuentro muy enojado.

- Te entiendo. – asintió cabis bajo.

- Solo quiero saber qué hace aquí, que es lo que quiere.

- No lo sé... – negó – te juro que no lo sé.

Me quede unos minutos en silencio, si él no sabía que hacia aquí entonces debería de ir a buscar las respuestas que quería con mi madre. Suspire pesadamente, esto me irritaba, me molestaba y no podía controlar mi enojo con nada.

KARMA - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora