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Mi pecho subía y bajaba. La ansiedad se encontraba atacándome todo el cuerpo. Mi cabeza reproducía sus gritos de desespero mientras que sentía en mis brazos las manos de aquellas personas sacándome de aquella habitación.

Villa había entrado en un estado de desespero, se había vuelto un desconocido en tan solo un momento.

- ¿Qué sucedió?

Sentí la mano de Nath sobre mi mejilla, las lágrimas ni siquiera me perdonaban esta vez. La culpa que sentía dentro de mi pecho por esta situación era la peor sensación del mundo.

- Yo... - balbucee intentando encontrar las palabras justas para explicar la situación.

- Hope, tranquila. – Vi a Isaza arrodillarse frente a mí, tomo mis manos unos minutos – tranquila, el está bien.

- Él no es bien, Isaza. – susurre.

- ¿Qué sucedió? – la voz de Martin en algún punto de aquella sala escuche.

- No siente las piernas. – me relamí los labios.

Decir aquello me sabia a veneno puro.

- ¿Qué? – nath susurro con sorpresa.

- No puede ser. – susurro Isaza.

- Ojalá no lo fuera, ojalá esto no fuera real, pero...

Perdí la vista de tantas lagrimas que se me acumularon en los ojos. Me incline hacia adelante, todo estaba tan mal. Mi cabeza no dejaba de reproducir todo lo que había sucedió en estos días. Todo se volvió oscuro, todo se apagó de golpe.

Sentí que me acariciaban la espalda intentando que me repusiera, pero ¿Cómo podía hacerlo sabiendo que él se encontraba de esa manera? ¿Por qué teníamos que sufrir de esta manera?

- Esto es mi culpa. – eleve mi voz con demasiado dolor dentro de mí.

- No, Hope. – Isaza hablaba con dolor, lo sentía en su voz – Esto no es tu culpa.

- Tendría que haberlo detenido, tendría que haberle dicho la verdad... - eleve mi vista hacia el – tendría que haber hecho las cosas bien.

- Hope, tranquila. – suplico simón.

- Quiero que este bien, quiero que camine. Por favor. – suplique.

Mis amigos me observaron con demasiada tristeza, pero dentro de mí solo rondaba el dolor y la desesperación por encontrar la solución a todo lo que sucedía.

- ¡hope!

Eleve mi vista hacia Clemencia, se acercaba a mí con sus ojos rojos también. Toda esta situación estaba acabando con la estabilidad emocional, no solo de nosotros dos, sino de todos los que nos rodeaban.

Detrás de ella se acercaba el médico que lo había atendido cuando ingreso a sala de emergencias.

- ¿Cómo está? – me levante rápidamente del asiento - ¿Qué le sucede? ¿Por qué no puede caminar?

- Tranquila. – suplico clemencia tomando de mi mano.

- Bien. El accidente que tuvo Juan Pablo, hizo que producto del golpe sufriera una compresión en la medula espinal.

- ¿Eso es grave? – susurre.

- Desconozco la gravedad del daño. – comento – Estamos haciéndole los estudios correspondientes.

KARMA - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora