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Los días pasaban y con ellos el famoso: el numero solicitado no corresponde a un abonado en servicio aparecía cada vez que la llamaba. Le había pedido que se alejara de mi, pero ¿Por qué no andaba su teléfono?

Quería hablar con ella, quería tener esa conversación que nos debíamos, aunque tuviera miedo de saber el porqué.

Tiré molesto el teléfono por algún lado de la habitación y nuevamente comencé a observar todo el lugar. Fruncí el ceño cuando vi una pegatina amarilla sobre mi gran calendario. Tiré mi mano hacia la silla y con fuerza me senté en ella para acercarme hacia aquel lugar.

Tome el pequeño papel, tenia anotado la fecha de aquella entrega. El trabajo del profesor Gilbert. Pensé unos minutos, hacía semanas que no iba a la universidad y quizás era momento de volver.

Quizás solo para aprobar o tan solo para poder verla y hablar. Tenía muchas cosas en la cabeza, sobre todo el miedo. La culpa me comía lentamente por dentro y pensarla de mas, era contraproducente para mi

Me acerqué aún más a mi mesa de estudio y en aquella computadora comencé a escribir cada parte de las preguntas que nos había puesto el profesor Gilbert. No iba a ser tan monótono como él lo pedía, quería explayarme un poco para poder lograr algo más.

Tenía miedo a que esto saliera mal, pero era verdad que debía intentarlo.

Nos debíamos una conversación y estaba dispuesto a escucharla, aunque se negara a hablarme por lo mal que la había tratado.

Suspire satisfecho sobre lo que había escrito, mi corazón estaba puesto sobre ese ensayo. Ahora solo debía leerlo y algo de todo lo que sentía, entendería.

(...)

Vi a Oscar cerrar la puerta de aquel gran salón de rehabilitación. Suspiro una vez frente a mí y cruzando sus brazos me observo con curiosidad.

- ¿Qué haremos contigo, hoy? – hablo con curiosidad.

- Intentar caminar. – asegure.

- ¿Qué? – hablo con sorpresa – Espera... ¿Qué han hecho contigo?

Reí levemente bajando mi mirada. Todos esos días que no pude contactarme con ella, pensé en que quizás para que me viera debía intentar volver a ser yo.

- Tenías razón sobre que debía hacerlo por mí y por mi familia. – aclare – Y por ella... - susurre pensando en ella.

- ¿Qué no era más tu novia? – pregunto con curiosidad.

- No lo es, pero debemos hablar y quiero estar de pie para escucharla. – asegure.

- No creo que el estar de pie sea muy rápido, Juan Pablo. – hablo con seguridad – Pero nada es imposible, menos para ti.

Sonreí bajando mi mirada. Era verdad que para mí nada era imposible, solo lo era olvidarla y no estaba preparado para eso. Aún no.

- Bien... - palmeo sus manos – Empecemos.

- Empecemos. – susurre.

Oscar tomo mi silla y la acerco hacia las barandas que utilizaba para que las personas se sostuvieran para caminar. Inhale con fuerza y de reojo observe como se ponía del otro de la baranda para esperarme.

- Te espero aquí, amigo. – sonrió.

Asentí con lentitud y volviendo a observar mis piernas, inhale y exhale con miedo. Cerré mis ojos y con mis manos moví una de ellas para que tocara el suelo, luego fue la otra.

- Bien, aquí voy. – susurre con miedo volviendo a observar a Oscar.

- Si, aquí vas. – alentó.

Hice fuerza con mis brazos para poder pararme sobre mis pies. Tenía miedo que las barandas se movieran, pero note lo fijas que se encontraban. Inhale y exhale antes de intentar dar el primer paso.

- Vamos, Juan Pablo ¡tú puedes! – alentó nuevamente Oscar.

- Si. – asentí.

Hice aún más fuerza, quería que mi pie se moviera.

- Vamos... - susurre observando el suelo – vamos, por favor.

De pronto vi como mi pierna derecha, muy lentamente se movió hacia adelante. Lentamente mi sonrisa comenzó a aparecer. Observe a Oscar, quien comenzó a reír como un loco emocionado por este pequeñísimo avance.

Apoye mi pie adelante y ahora venía el siguiente. Otra vez, hice fuerza para que la pierna izquierda se moviera y poco a poco lo hizo.

- ¡Muy bien! – hablo emocionado mi kinesiólogo - ¡Otros dos pasos más, por favor!

Asentí y otra vez el mismo proceso con la pierna derecha. No podía creer que mis piernas con lentitud volvían a moverse. Elevé mi vista hacia óscar y sonreí con emoción. De pronto vi en aquella puerta, la silueta de una mujer. Parpadee varias veces hasta poder reconocerla, era hope.

Se encontraba del otro lado de la puerta de cristal, vestida con ropa holgada. Su rostro tenía tanta tristeza, pero termino por sonreír como siempre lo hacía y luego la vi irse luego.

- Hope... - susurre.

- ¿Qué? – Oscar frunció el ceño.

- ¡hope!

Intente caminar hacia ella, no quería que se fuera. Quería hablar con ella, pero termine por caerme al suelo con la mala suerte que me cargaba.

- ¡juan Pablo! – Oscar tomaba de mi brazo para ayudarme a levantarme.

- ¡ve a buscarla! – suplique.

- ¿A quién? – pregunto mientras me ayudaba a llegar a la silla.

- A hope...

- ¿Quién es hope? – pregunto sin entender nada.

- Es ella... ¡búscala! ¡estaba en la puerta hace unos minutos! – hable con demasiada desesperación.

Oscar solo me observo y volvió a la puerta. Por unos instantes desapareció de ahí dejándome solo. Quería que la trajera, necesitaba hablar con ella.

- ¿y? – pregunté una vez que lo vi regresar.

- No había nadie. – murmuro con demasiada confusión.

- La vi, estaba en la puerta. – señale la puerta de cristal.

- Quizás te has confundido con otra paciente, juan pablo. – murmuro – Quizás la extrañas, dicen que alucinamos cuando extrañamos demasiado. – comento – Tranquilo, si era ella y te vio caminar... seguro te llamara. – sonrió.

Suspire con cansancio y no muy convencido, Hopeno me llamaría ni, aunque me hay visto parado sobre mis piernas. Eso lo sabía,era orgullosa al igual que yo. Éramos demasiado iguales que por eso el Karma sedivertía con nosotros.




KARMA - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora