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Juan Pablo.

Los días pasaban, así como mi vida sobre una silla de ruedas. Dormía en planta baja, sobre el sillón para no molestar a mi madre y tampoco para que nadie me tuviera lastima. Era lo peor que podían darme a demostrar.

Enarque una de mis cejas cuando el kinesiólogo se puso frente a mí con sus manos sobre la cintura, esperaba que quizás tuviera la intensión de moverme.

- ¿Qué?

El solo suspiro y negó bajando su mirada al suelo. Agotado de tener que lidiar conmigo y mi mal humor.

- Necesito que cooperes, Juan Pablo. – murmuro.

- ¿No lo estoy haciendo? – pregunte con curiosidad.

- No. – hablo con seriedad observándome a los ojos – Te encuentras comportándote como un niño.

- Estoy invalido, Oscar. – hable con obviedad - ¿Cómo mierda quiere que haga algo por mí mismo si no siento mis piernas?

- Si las sientes, Juan Pablo. – me corrigió – Solo tienes que poner de ti mismo para que vuelvan a funcionar.

- Esto es ridículo. – rodee mis ojos con molestia.

- Deja de ser infantil, hazlo por tu familia y por ti. – dejo en claro.

Tomo mi silla para ponerla más frente a él y sentarse en uno de los pequeños sillones que tenía en aquel gran salón de recuperación.

- Sé que es difícil...

- No tienes idea de lo difícil que es... – murmure – pero es lo que me toca por

- ¿Por qué? – pregunto con gran curiosidad.

Quería decir que era por su culpa, pero tampoco lo sentía de esa manera.

- Porque me lo merezco.

- Esto no te lo mereces. – me corrigió – No mereces esta silla y tampoco alejar a todos de ti porque te encuentras así. Tus amigos quieren ayudarte, tu novia que hace

- No es más mi novia y no la nombres, te lo agradecería un montón. – hable con repudio frente a su nombramiento a Hope.

- Está bien. – elevo sus manos y bajando su mirada con resoplo negó – Lo lamento, no debí meterme en esos asuntos, pero, piensa que tienes mucha vida por delante y debes volver a ser quien eres, pero solo lo lograras si intentas poner un pie sobre el piso.

Trague saliva, mientras que por dentro sentía a la voz de la razón decir que Oscar, esta vez, tenía toda la razón. Asentí levemente y con resoplo y algo de miedo, puse mi mano sobre mi pierna y con lentitud la moví para que mi pie tocara el suelo.

Tenía sensibilidad en mis partes inferiores, pero no podía mover los dedos para sentir algo más. Me encontraba descalzo para poder sentir el contacto con el suelo. Hice lo mismo con mi otra pierna y luego volví a ver a Oscar quien se levantó animado de su lugar.

Me extendió la mano y por un momento desde ahí recordé a Hope. Aquella vez que me encontró llorando con mi ego a flor de piel, que me curo las heridas que había dejado la estúpida traición de Rebecca.

Sentí mi corazón apretarse aún más de lo que ya estaba, comencé a negar una y otra vez. Recordar a Hope me dolía mas que estar así, que encontrarme paralitico.

Oscar suspiro y nuevamente negó agotado.

- No puedo. – murmure – Hoy no puedo.

(...)

KARMA - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora