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Subí las escaleras de la casa de Hope, estaba ansioso porque viera que estaba aquí. La tercera puerta a la derecha y la tendría nuevamente conmigo, menos mal que Manuel confiaba tanto en mí que me daba esta libertad de poder pasearme por la enorme casa que posea y sin contar que podía ver a su hija de forma tranquila.

Suspiré emocionado frente a la puerta y antes de tocar fruncí el ceño al escuchar el llanto sonoro que salía de Hope. Una angustia interna se había apoderado de mí, jamás la había escuchado llorar así y me culpaba por ser el único responsable con mi ausencia de que aquello sucediera.

- Joven Juan Pablo.

Brinque en mi lugar llevando mi mano hacia mi pecho del susto. Roberto preocupado me observaba desde la escalera.

- No quería asustarlo, joven. – comento apenado.

- No se preocupe. – camine hacia el con una leve sonrisa.

- La niña no ha parado de llorar. – susurro preocupado.

Suspire con tristeza y rascándome la nuca baje la mirada.

- Sí, es por mí. – murmure – pero ya estoy de vuelta. – sonreí observándolo

El simplemente se quedó en silencio como si algo mas hubiera sucedido en mi ausencia. Fruncí el ceño confundido.

- ¿Qué sucede?

- Nada. – negó rápidamente – Solo intente calmar a la niña, joven.

- No se preocupe, para eso estoy aquí. – sonreí no muy convencido.

El solo asintió e hizo una mueca de sonrisa y con un saludo desapareció dejándome con aquella sensación de que había algo que me estaban ocultando. Retrocedí para volver a aquella puerta, pero esta vez con la intensión de ingresar de una vez sin permiso.

Mi cabeza lentamente ingreso en aquella habitación y mi vista viajo por todo el lugar hasta dar con aquella niña estúpida que se encontraba recostada como toda una princesa encerrada en su castillo. Su rostro se encontraba rojo y sus ojos un poco más hinchados que un pez globo.

Me di cuenta de cuán importante era para ella, de cuán importante podía llegar a ser su persona para mí.

- Ch. – susurre.

Note que frunció el ceño y su llanto comenzó a disminuir, se incorporó un poco más observando confundida la puerta de aquella habitación. Sonreí cuando pude notar que se percató de mi presencia. Se quedó en silencio por unos minutos, pero yo solo quería intentar comprender que sucedía por su cabeza.

- Am, disculpa por entrar sin tocar y por tardar tanto, pero tuve que lidiar con varios dragones... – murmuré ingresando parte de mi cuerpo en aquel cuarto – pero ya vez, Salí ileso.

Moví mis hombros sin más, ella se encontraba aun en silencio. No había reacción alguna de su parte.

- He venido a rescatar a una dulce princesa, creo que puedes llegar a conocerla y ayudarme a encontrarla.

Cerré la puerta detrás de mí y lentamente comencé a caminar hacia ella.

- La perdí mientras batallaba afuera, pero ya estoy aquí – comente observándola fijamente, ella aún mantenía el mismo semblante - Tiene cabello castaño y ojos mieles que hacen que quiera comérmelos de lo dulces que son. También, no debo olvidar su hermosa sonrisa, y sus encantadores labios que hacen que quiera besarla a cada rato.

Sonreí ella lanzo una pequeña risa, de esas que te daban mil años de vida.

- A veces su voz me irrita, pero moriría por escucharla todos los días. – Confesé con tranquilidad de verla frente a mí.

- Eres un Imbécil. – murmuro con una leve sonrisa.

- También me llama así... – reí interrumpiéndola antes de que siguiera – cada vez que digo algo o hago algo que la molesta, pero me divierte hacerla enojar ¿sabe?, es como mi pasatiempo favorito... – moví mis hombros – Como también estar con ella amarrado a su cintura mientras observamos el cielo recostados en el suelo.

Bordee su cama para acercarme a ella, me siguió con su mirada en silencio.

- ¿Y sabes cómo la llamo yo? – ella solo negó observándome atentamente - yo la llamo niña estúpida, pero debo admitir que es mi niña estúpida preferida entre todas las niñas estúpidas que conozco, porque ella tiene algo especial.

- ¿especial? – elevo una de sus cejas y yo solo termine por sonreír.

- Ella tiene todo lo que me encanta, todo lo que me vuelve loco.

Ella solo esbozo una leve sonrisa, termine por sentarme frente a ella y acomode sus castaños detrás de sus pequeñas orejas. Limpie su rostro con mis pulgares, que llorara me hacía mal. Su tristeza me ahogaba, ella era mi oxígeno y la quería entera y bien.

- Creo que ya la encontré – susurré observándola fijamente, ella mantenía esa sonrisa de niña pequeña.

- Te extrañe... – murmuro – te extrañe mucho.

- Estoy aquí, Hope. – confesé – Ya regresé.

- Pensé que te llevarían a la cárcel con muchos tipos grandes y asesinos. – hizo un leve puchero de tristeza, yo solo reí.

- Seguro que irías a hacerme la visita se la semana. – moví mis cejas divertido.

- Iría a verte todos los días y a llevarte comida.

- ¿Mc donals? – pregunte divertido.

- Todas las que quieras y esta vez yo pago. – rio levemente.

Sonreí y acerque mi frente con la suya, observe detalladamente sus ojos mieles que aún se encontraban rojos de tanto haber llorado.

- ¿Puedes no irte nunca?

- ¿Por qué me iría? – fruncí el ceño separándome de ella confundido.

- No lo sé... – movió sus hombros – solo tengo miedo.

- ¿Miedo? Estoy aquí amor, estoy libre. – comente sonriendo.

Ella solo suspiro con tristeza y llevo su mano a mi mejilla para acariciarla lentamente. Su mirada solo mostraba tristeza y no sabía el porqué.

- Solo no me dejes sola... – suplico – te necesito mucho.

Hope solo se acercó más a mí y se amarro a mi cuerpo, no dude ni un segundo en encerrarla entre mis brazos de forma protectora, de forma tal que nadie pudiera lastimarla. Confundido por sus palabras me encontraba, pero confirmaba dentro de mí que su pedido a que no la dejara sola se iba a convertir en uno de mis primeros propósitos en esta vida, como también el hacerla feliz.

KARMA - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora