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Juan Pablo.

Fruncí el ceño confundido. Frote mis ojos e intentaba descifrar de donde venía aquel ruido.

Por un momento pensé que eran mi hermano y mi madre, pero me resulto raro ya que eran las 2 de la mañana y ellos se habían a la casa de mis abuelos.

Observe la ventana, la tormenta caía sobre la casa, sobre la ciudad. Nuevamente aquel ruido apareció. Me hinque rápidamente de la cama y baje las escaleras con miedo. La puerta sonaba una y otra vez.

Me acerqué aun confundido a ella y mirando por la ventana pude divisar una pequeña silueta, pero no podía ver con claridad por la oscuridad que había. Salte en mi lugar cuando un rayo y la puerta había vuelto a sonar.

- ¿Quién es? – pregunte temeroso contra aquella madera.

- Soy yo.

En un leve murmuro, mi corazón se alteró y sin más preguntas abrí rápidamente aquella puerta. Se encontraba empapada de la cabeza hasta los pies.

Confundido la observe, sus ojos demostraban tristeza y yo aún no lograba leer sus pensamientos. Era un gran enigma lo que observaba.

- Hope... – murmure.

- ¿puedo pasar? – señalo levemente el interior de mi casa.

Me golpeé mentalmente cuando volví a caer en la realidad que el cielo caía sobre nosotros y ella estaba llena de agua sobre su cuerpo.

Me acerqué a ella y la cubrí con mi abrazo, la fundí en mi apoyando mi mentón en su cabeza, absorbiendo cada aroma de ella. Se encontraba fría, como un cubo de hielo. La tomé de sus hombros y la hice pasar.

Tomé de su mano cuidadosamente y la hice subir las escaleras aun en aquella oscuridad. Tenía que quitarse aquella ropa porque terminaría con una neumonía.

Ella se quedó parada en silencio en el medio de la habitación, mientras que buscaba una remera y un bóxer limpio para que se pudiera acurrucar en mi cama.

- Iré a hacerte un té. – comente mientras dejaba la ropa sobre la cama.

Ella solo me observaba y eso me inquietaba. ¿Qué era lo que hacía aquí a esta hora? Ella solo asintió y tomo las prendas.

- Ahora tu y yo hablaremos, jovencita. – sonreí levemente, besé su coronilla con delicadeza mientras ella solo asentía como una niña.

Estaba en silencio y eso me asustaba, porque por la cabeza de aquella niña estúpida pasaban mil cosas y aunque lo sabía no podía penetrar en él, me ponía nervioso. Me hacía dependiente a su estudio.

Baje rápidamente por aquel te, no quería hacerla perder el tiempo en su soledad y silencio. Cuando volví a la habitación, desde la puerta pude notar su mirada perdida en la ventana de la habitación, pero luego volteo a verme y a mí el cuerpo me comenzó a temblar. Me acerque a ella y le entregue la tasa caliente.

- Gracias. – murmuro.

Se veía tan linda con su cabello mojado, mi ropa y en mi cama que hasta una leve ilusión de un futuro lejano se había puesto en mi cabeza. Tan solo duro unos minutos ya que no tenía las respuestas de su llegada tan repentina a mi casa a estas horas de la madruga.

- Quisiera retarte. – comente observándola fijamente.

Ella solo suspiro.

- Quisieras contarme ¿porque estás aquí a altas horas de la madrugada? – mi rostro se puso serio.

Siguió con su semblante fijo en mí. Sus mejillas tenían un color carmesí, estaba por pescarse una gripe en cualquier minuto. Sus ojos mieles se tornaron rojos y comprendí que nada de lo que venía viendo en estos días estaba bien. Hope no se comportaba así a menos de que algo grave le hubiese sucedido.

- Amor... – murmure. Algo me decía que en mi ausencia sucedió algo – quieres decirme que te sucede, quiero ayudarte.

Ella solo observo la ventana en silencio. ¿Qué le sucedía?

- Hope... – la llame nuevamente, su mirada se había perdido – Mi amor – lleve mi mano hacia su mejilla - ¿sucedió algo?

Ella solo volteo a verme, observo la taza de té para luego dejarla sobre la mesa de luz que adornaba mi habitación. Se reincorporo mejor, se encontraba acurrucada entre mis sabanas mientras que yo me encontraba sentado frente a ella con mis brazos en sus costados para que no pudiera escapar de mí.

Me observo detalladamente, mil escalofríos sentí en mi cuerpo producto de sus ojos miel. Acaricio levemente mi mejilla, termine por besar su mano con delicadeza. Ella no se encontraba bien, lo presentía y me sentía un imbécil por no poder descifrar sus pensamientos.

- Dime algo Hope. – suplique.

Ella simplemente se quedó en silencio y con sus manos me atrajo hacia ella. Nuestros labios se encontraron, no me negué a seguirle el juego. Amaba besarla.

Ella enredo sus manos en mi cuello acercándome aún más a ella, se fue recostando nuevamente y yo la seguí, ella me dominaba. Acomode mis antebrazos a su alrededor para no tirar mi peso muerto sobre ella.

El beso aumento de nivel, ya no era tierno. La temperatura comenzó a notarse en nosotros, sus manos viajaron a mi espalda mientras la timidez se apodero de mí y de forma lenta baje por su cuerpo. Había deseado esto por mucho tiempo que no quería comportarme como lo que era, un imbécil.

Bese su mentón y baje delicadamente por su cuello. Mis manos comenzaron a subir por sus muslos hasta llegar a la remera que le había prestado. Su piel era suave, como el algodón. Se separó de mí y confundido la observe, se quitó la prenda quedando desnuda totalmente.

Me quede sin aliento. ¿era humana o era de otra galaxia? Tomo de mi nuca y nuevamente me volvió a besar. Esta vez no había nada que pudiera detener este momento. Ella simplemente estaba tomando el control de todo.

Volví a descender por su cuello, estaba decidido a complacerla. Me convertía en su esclavo si así lo deseaba en estos precisos momentos. Bese su pecho lentamente, podía sentir su cuerpo arquearse ante mis acciones, sus suspiros solo me incitaban a cometer este gran delito.

Besé cada centímetro de su cuerpo, lo recorrí de norte a sur y de este a oeste; no podía dejar de estar tan alucinado por este ser. Volví a su rostro, aun me mantenía sobre ella y tampoco se quejaba. Mis antebrazos estaban a su alrededor, sonrió con perversión. Moví sus cabellos en la frente, se veía tan hermosa.

- Espero no estar soñando. – murmure.

- Esto no es un sueño. – comento, al fin la escuchaba hablar.

Con su cuerpo me volteo dejándome bajo de ella, las sabanas de mi cama ya estaban en el suelo y ella desnuda encima de mí, se sentó sobre mi abdomen. Desde mi posición de debilidad, amarla era una necesidad. Ataco mi cuello y esta vez estaba dispuesto a que ella haga nuevamente lo que quisiera de mí. Lo inexperta que pretendía mostrar siempre, me había dejado en jaque.

Beso todo lo que quiso de mí, deje que se divirtiera. Simplemente perdí toda autoridad en mí mismo por esta mujer. Beso mis labios y la amarre con mis brazos rodando por mi cama, estaba preso. La lujuria, el deseo, el amor todo reinaba en esta noche de lluvia. Pero algo comenzó a carcomerme la cabeza, era su primera vez. No quería que sintiera nada más que amor.

Detuve mis besos, pegué mi frente a la suya. Nuestras respiraciones eran agitadas, estábamos llegando a la temperatura máxima de nuestros cuerpos.

Decidí hablar.

- ¿segura? – murmure observándola con la escasa luz de mi cuarto – porque te juro que puedo detenerme si así lo quieres... – hable demasiado agitado, aunque no quería.

- Deja de tratarme como una niña...

- Eres una niña estúpida. – sonreí.

- Y esta niña estúpida quiere ser tuya esta noche... – confeso sincera – así que compláceme.

- Todo lo que tú quieras.  

KARMA - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora