11| Paz Mundial.

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─Y bien, ¿Con quién se supone que debo hablar? ─cuestioné a Cinco observándolo fijamente.

─Debemos subir al décimo piso, llamé a la secretaria y me hice pasar por tu asistente, dije que estabas interesada en comprar acciones en el lugar y aceptaron de inmediato. ─contestó el castaño.

─De acuerdo, terminemos con esto de una vez. ─resoplé.

Me giré sobre mis talones y sin decir más procedí a caminar rumbo al elevador, mismo que estaba al final de la habitación.

Presioné el botón sobre la pared y después de unos minutos las enormes puertas de la caja metálica se abrieron frente a mi.

Atravesé el umbral, Cinco y Klaus me siguieron el paso y finalmente el castaño oprimió la tecla que nos llevaría al décimo piso del edificio.

Comenzamos a subir en completo silencio, lograba ver los números rojos sobre el tablero electrónico ir aumentando a medida que ascendíamos. 

Noté por el rabillo del ojo que Cinco me observaba fijamente, sin embargo yo lo ignoré por completo y me dispuse a meterme en el papel que me correspondía.

Tras unos minutos finalmente se escuchó una suave campana y las puertas del ascensor se abrieron nuevamente.

Atravesé el umbral y de repente nos encontrábamos en un tipo de recepción, era elegante y minimalista, habían algunos maniquíes de la anatomía humana que lograban cautivar tu atención, sin embargo no podían compararse con la hermosa vista de la ciudad que lograba percibir a través de los ventanales que adornaban la zona. 

Había una chica morena detrás del mostrador escribiendo algo en el ordenador.

Caminé hasta ella y el tic tac del tacón de mis botas retumbaban en el lugar.

Me aclaré la garganta intentando llamar su atención y por suerte funcionó a la perfección. 

─Hola, bienvenidos a Caribean Optical, ¿Puedo ayudarles en algo? ─comentó la mujer apartando la vista de la pantalla del ordenador y observándome con una sonrisa.

─Tengo una cita con... ─me detuve esperando a que Cinco completara la oración.

─El doctor Liam Curry. ─intervino el castaño siguiéndome el hilo.

─Lo siento, no está disponible. ─respondió sin más y regresó la mirada a la máquina electrónica.

La arrogancia y antipatía de sus expresiones me hizo vibrar los huesos de rabia.

─Es imposible, llamé esta mañana y dijeron que sí estaba aquí. ─comentó Cinco.

─Sí está presente en el edificio pero lamentablemente tiene la agenda llena. ─contestó la chica.

Tensioné la mandíbula. 

Se me había ocurrido un plan infalible, llamar la atención. 

─¡Estás bromeando, cancelé todos mis compromisos por estar aquí! ─exclamé observando a la morena fijamente. 

Cinco me observó confundido, claramente el chico no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo pero estaba dispuesto a ver hasta dónde lograba llegar.

─¡Llama a tu maldito jefe ahora mismo! ─ordené golpeando la punta de mi tacón contra el suelo generando un sonido intimidante.

La mujer abrió los ojos como platos y se exaltó un poco asustada.

─¡Ya le dije que no está disponible, retírense o llamaré a seguridad! ─me amenazó.

Fruncí el ceño y por un instante sólo pensé en una cosa.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora