60| Odisea.

576 95 120
                                    

Los días se convirtieron en semanas, las estaciones pasaron volando y en un parpadeo ya había pasado más de un año desde que llegué a los 60's.

Miles de cosas pasaron durante el transcurso de todo ese tiempo, aprecié a los mellizos de Tim crecer y a su vez la forma en que estos me llamaron 'mamá' en tanto aprendieron a balbucear. 

Vivimos muchos momentos buenos y otros no tanto, una vez que todo volvió a la calma los di Valastro empezaron a manejar las rutas sin dejar de lado el hecho de reconocer que ahora estas me pertenecían. 

Fui escalando peldaño a peldaño hasta que un día terminé por aceptar que me había convertido en una de ellos, me trataban como parte de la familia e incluso logré ser tratada con respeto.

Por motivos seguridad nos mudamos a Venecia durante casi un año y finalmente volvimos a Texas para solucionar algunos asuntos, gané poder sobre muchos territorios y mantuve las cosas marchando en orden.

Perdí el rastro de mi familia y no me molesté en intentar mantener ninguna clase de contacto, ni siquiera con Allison.

Me había convertido en una persona completamente diferente y el recuerdo de Cinco me dolía cada vez menos, sabía que nunca lo olvidaría pero aún así intentaba hacer un esfuerzo.

─Es el presidente, ¿Lo entiendes? ─escuché a la distancia.

Estaba totalmente concentrada mirando a la nada procesando un montón de cosas que invadían mi mente de repente.

─¡Sydney! ─gritó Tim.

Di un breve brinco del susto pero logré mantener la compostura.

─¿Eh? ─fruncí el ceño confundida acomodándome sobre el asiento.

─¿Estás escuchándome? ─me cuestionó con rabia─. Llevo más de una hora hablando y podría jurar que ni siquiera me estás prestando atención. ─añadió.

Miré al cielo con frustración. 

─Lo siento, sólo estaba pensando en los preparativos para la boda. ─dije acariciándome el rostro─. Continúa, claro que te estoy escuchando. ─mentí.

Esta vez lo miré fijamente para intentar concentrarme en las palabras que salían a través de su boca.

Sólo nos encontrábamos él y yo, esperábamos que el reloj marcara las siete treinta de la noche para salir de la hacienda rumbo a una reunión en el Consulado Mexicano. 

─Falta menos de un mes para la llegada de John F. Kennedy, tendremos que salir del país una vez que se haya concretado la misión. ─expresó.

Me quedé en completo silencio analizando sus palabras.

─¿Te has puesto a pensar en toda la mierda que se desatará? ─demandó saber mientras le daba una larga calada a su cigarrillo. 

Levanté la vista suavemente y aprecié por unos instantes el precioso cuadro gigante con mi rostro que reposaba en la pared detrás de él, justo en medio del gran comedor.

Piero me lo había obsequiado de cumpleaños, era toda una obra de arte. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora