9| Apocalipsis.

1.1K 137 71
                                    

Tenía el corazón a mil por hora.

─¿Cómo encontraste mi casa? ─lo cuestioné sin apartarle la mirada de encima.

─Eres famosa, todo el mundo sabe dónde vives. ─respondió con obviedad.

─¿Y cómo entraste a mi departamento? ─seguí.

─Pon seguros en las ventanas. ─contestó.

─Es un cuarto piso. ─interpuse.

─Los violadores trepan. ─resopló en su defensa. 

Tensioné la mandíbula intentando calmarme un poco, sabía que Cinco debía tener una buena explicación a todo esto.

─¿Qué te pasó en el brazo? ─señalé el área que escurría sangre por toda su mano.

─No es nada. ─dijo intentando hacerse el fuerte.

Miré al cielo con frustración.

─Klaus, tráeme el botiquín que está en la gaveta del lavabo de mi habitación. ─le ordené al pelinegro el cual sin decir absolutamente nada se dirigió a seguir mi orden.

Me acerqué a Cinco lentamente mientras que sus ojos verdes me seguían por todo el lugar.

─Aquí está. ─dijo Número Cuatro apareciendo de la nada con rapidez y extendiendo el botiquín en sus manos para mi

─¿Puedes darme un momento a solas con Cinco? ─lo pedí tras tomarlo─. Si quieres toma comida de la encimera de la cocina y espérame en la habitación, iré en un rato. ─añadí.

El chico asintió con la cabeza y sin tantos peros se esfumó del lugar y desapareció de mi vista.

─Ven aquí. ─le ordené a Cinco.

Me senté en uno de los muebles y él se sentó a un lado de mi. 

El castaño se levantó la manga del uniforme y extendió su brazo.

Tenía una herida profunda en la zona interior del antebrazo, era una cortada limpia y por suerte lograría solucionarlo con facilidad.

─Necesita sutura. ─expresé.

El ojiverde estaba en completo silencio, simplemente a la expectativa y observándome con ojos de perrito abandonado. 

Saqué mis herramientas y una vez esterilizadas procedí a coser la piel de Cinco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Saqué mis herramientas y una vez esterilizadas procedí a coser la piel de Cinco. 

Para mi sorpresa no se quejó ni un poco, al parecer sigue siendo igual de fuerte que cuando era niño. 

Tras aproximadamente veinte minutos finalicé con una sutura en diagonal a base de puntos simples, había quedado sencillamente perfecta.

─No dejará cicatriz. ─le informé con orgullo mientras me ponía de pies y dejaba los utensilios sobre la mesa de estar y me dirigía a la cocina.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora