23| Confidencialidad.

840 103 75
                                    

Estuvimos en el autobús por aproximadamente cuarenta minutos, en Nueva York todo queda jodidamente lejos y el tráfico no es de mucha ayuda.

Mis mejillas estaban encendidas en fuego, las botellas de champán hicieron efecto con rapidez y por suerte el ambiente se sentía muchísimo más agradable.

Estaba sentada en el sofá frente a Tom, Mathew estaba posado a su lado y ambos me observaban fijamente.

Mis ojos brillaban por la presencia del alcohol en mi organismo.

Pude ver al ojiazul reclinarse sobre el asiento y lanzarme una mirada malévola.

Por un segundo tomé un impulso deliberado y decidí que esta noche la pasaría jodidamente espectacular. 

Abrí las piernas suavemente de forma sugestiva mientras le daba un sorbo al champán directo de la botella para luego arrojársela a Mathew el cual la tomó con agilidad.

Me puse de pies y mi cuerpo tomó vida propia, comencé a bailar lentamente al ritmo de la música, me quité el abrigo y lo arrojé a un lado.

Sin decir más me trepé a horcajadas sobre las piernas de Tom mientras lo observaba fijamente, el castaño me tomó de la cintura con firmeza.

─¿Qué estás haciendo, rubia? ─me cuestionó.

─Dijiste que serías mío por el resto de la semana. ─contesté con una sonrisa malvada.

Suspiré con fuerza y acomodé mi entrepierna sobre la suya.

La presión del pantalón se ajustó perfectamente sobre la zona más débil de mi cuerpo, el clítoris.

Tensioné la mandíbula y una carcajada se escapó de mi boca.

Observé a Mathew y el pelinegro me miraba con la boca entreabierta. 

Me mordí el labio inferior y estiré mi mano para acariciar su rostro.

Sin poder controlarme mis caderas comenzaron a moverse de adelante hacia atrás mientras me frotaba contra la zona baja de Tom.

─No sé cuáles sean tus intenciones pero créeme que no me gustan estos tipos de juegos. ─resopló el ojiazul sin apartarme la mirada de encima.

Me lamí los labios y solté un suspiro ahogado.

─Tienes prohibido follar con tus clientas. ─me detuve─. Pero si es por encima de la ropa no cuenta como sexo. ─añadí.

El tipo tensionó la mandíbula.

─Sólo disfruta, playboy. ─comenté.

Aceleré un poco más el ritmo de mi cadera y pude ver al ojiazul abrir la boca suavemente y liberar un corto gemido, rápidamente el gran bulto bajo mi entrepierna creció de inmediato.

¡Bingo! 

Shelly observaba la escena con detenimiento, el momento era muy erótico y la reacción de su rostro me lo confirmaba. 

Miré a Mathew y el chico me examinaba como si fuera una diosa.

Coloqué mi mano en su muslo y comencé a deslizarla suavemente hacia arriba hasta llegar a su entrepierna.

La acaricié con suavidad, el pelinegro estaba bastante nervioso pero poco a poco se iba calmando más y más.

De repente pude ver a Mat acercarse a mi y comenzar a besar mi cuello lentamente. 

─Carajo, estoy en el paraíso. ─musité entre gemidos.

Dos bombones a mi completa disposición.  

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora